Como cualquier secta, la nueva anormalidad ha necesitado primero destruir las estructuras sociales e individuales en las que vivían sus victimas (o acólitos) para después implementar sus dogmas mediante hábitos implantados y rutinas automatizadas.
Finalmente la nueva religión se generalizará con rituales preventivos y vacunatorios, obligaciones sacramentales, refuerzos periódicos, ceremonias públicas y privadas e imposición de nuevos mandamientos, nuevos pecados, nuevas virtudes y nuevas y muy protocolizadas fiestas de guardar. Todo nuevo. O no.
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