viernes, 19 de julio de 2019

GANADERÍA.


El feminismo moderno forma parte de un programa de fractura social completo, que no dudamos en calificar de revolucionario -en el sentido exacto del término-, que no podía mostrarse como tal en sus comienzos a riesgo de nunca lograr el más mínimo apoyo social y encontrar una invencible resistencia incluso de las mismas mujeres. 
Por esta razón ellas, las mujeres, fueron el primer objetivo de su operación de ingeniería social.



Estos son los frutos de los movimientos emancipadores del siglo XX: un sujeto alienado, deconstruido, incoado, preso de su soledad, debilitado psíquicamente, a menudo víctima de sí mismo, sin red social en que refugiarse, explotado en su tiempo de trabajo y manipulado en su tiempo de ocio, en el cual le obligan a encontrar una apariencia de sentido a su vida. 

El sujeto postmoderno es como un leño que flota en el mar tras el naufragio, su destino abandonado a donde el oleaje de las efímeras modas quiera dirigirlo. Así, la postmodernidad llama emancipación a lo que es desarraigo, soledad y alienación.

Esaúl R. Alvarez. Feminismo y género: ingeniería social al asalto de la Tradición.

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