martes, 21 de abril de 2020

INFORMATIVOS.


La peste negra del siglo XIV deriva de la profunda depresión colectiva y declive del deseo de vivir que se da en Occidente cuando el autogobierno popular va menguando, a partir de 1250, e irrumpen los aparatos estatales.
Esta enfermedad siempre había estado ahí pero sólo se convirtió en una devastadora epidemia (que eliminó entre el 40% y el 50% de las gentes europeas en menos de un siglo) cuando se dieron determinadas condiciones.

La gripe de 1918-1920, que mandó a la tumba quizá a 50 millones de personas, es consecuencia del pesimismo, el estupor, el estrés y la desesperación que provocó el observar que Europa había sido destruida por la gran guerra entre superpotencias, percepción que invalidó el instinto de vida y la voluntad de existir, a lo que se unió el hambre, el frío, la escasez de viviendas y la falta de higiene originados por la conflagración bélica.



Es necesario responder ahora a un argumento equivocado, el de que “somos lo que comemos”. No, porque el ser humano es totalidad, y no solo criatura que se alimenta, y porque las necesidades del espíritu, y en consecuencia las enfermedades carenciales del espíritu, son tan importantes como las del cuerpo, pues somos una unidad de mente-y-soma, unidad indestructible. Es sabido que las carencias relacionales, emocionales, afectivas, amistosas, familiares, amorosas, eróticas y libidinales como causa de enfermedades son tan importantes como las alimenticias.

Felix Rodrigo Mora.


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