domingo, 2 de noviembre de 2025

INFORMATIVOS.


El experimento israelí se está desmoronando porque nunca fue natural. Nunca fue sostenible. Fue un intento de reescribir las leyes de la civilización mediante decretos burocráticos. 

Se le dijo al mundo que este proyecto traería paz, pero solo ha traído guerra perpetua. Se suponía que redimiría la conciencia de Occidente, pero lo ha encadenado a una culpa eterna. Se suponía que haría del mundo un lugar seguro para la democracia, pero ha hecho que la democracia parezca una mentira.

Para sostener una nación artificial, el sistema global ha tenido que volverse artificial. Ha construido regímenes de vigilancia, redes de propaganda y sistemas de censura para mantener el control. Ha convertido el deber moral en moneda política y ha reemplazado la verdad por la narrativa. Ha pedido a cada nación que sacrifique sus propios intereses por un sueño inalcanzable. Y ahora ese sueño se desvanece.
La guerra en Gaza ha desmantelado el mito. Las imágenes son innegables y las excusas se han agotado. Lo que antes se vendía como deber moral ahora parece crueldad organizada.

La verdad es simple. Un mundo construido sobre la negación de la naturaleza no puede perdurar. No se puede instalar a oportunistas europeos en Palestina y llamarlo armonía. No se puede equilibrar el orden moral del planeta con un solo estado que debe defenderse por la fuerza eternamente. No se puede imponer la paz mediante la culpa. No se puede comprar legitimidad con sufrimiento.

El mundo está despertando a esa realidad. La rebelión no se trata de odio. Se trata de cordura. Las naciones están empezando a recordar que su primera obligación es con su propio pueblo. 
Los arquitectos del orden global están aterrorizados porque saben que una vez que esa comprensión se extienda, el hechizo se romperá.

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