Por ejemplo, el estado del bienestar es la forma máxima del intervencionismo del Estado, en la cual al individuo se le ahogan sus cualidades personales, de todo tipo. Como yo digo, lo que no se ejercita se atrofia, entonces, si no se ejercita la toma de decisiones, se atrofia. Una sociedad libre tendría que ser también una sociedad muy plural, muy variada puesto que el ser humano es variado, mientras que la normativa Estatal todo lo centraliza “¡esto es así y sólo hay una norma!” Casi todas las leyes son una para todos, tienen pequeñas variantes en las autonomías pero que son muy pequeñas, vas a mirar y se diferencian en poco. Por tanto, una sociedad libre, pero libre con responsabilidad, que es la única manera de ser libre, tiene que ser una sociedad sin Estado. Yo esto, cuando me di cuenta más claramente es al ver como el Estado había destruido el mundo rural tradicional. Eso lo estudié mucho, mucho más de lo que aparece en mi libro “Naturaleza Ruralidad y Civilización” yo tengo todavía montañas de papeles.
En cuanto a la segunda pregunta, los objetivos del Estado, bien, es la cuestión del poder, parece mentira pero hay algo perverso en el ser humano por la importancia que le da al poder. Nos tenemos que dar cuenta que las riquezas sólo es poder económico. Entonces un señor que es multimillonario, a parte de las satisfacciones, como diria yo, sensuales que se pueda dar con su riqueza –que algunos no se la dan porque trabajan dieciseis horas– lo único que hacen es proporcionarte una capacidad de mando sobre los demás. Puedes invertir aquí, invertir allá, imponer unas normas de trabajo, o desinvertir y llevarte la fábrica a otro sitio si no te gusta.
En cuanto a la segunda pregunta, los objetivos del Estado, bien, es la cuestión del poder, parece mentira pero hay algo perverso en el ser humano por la importancia que le da al poder. Nos tenemos que dar cuenta que las riquezas sólo es poder económico. Entonces un señor que es multimillonario, a parte de las satisfacciones, como diria yo, sensuales que se pueda dar con su riqueza –que algunos no se la dan porque trabajan dieciseis horas– lo único que hacen es proporcionarte una capacidad de mando sobre los demás. Puedes invertir aquí, invertir allá, imponer unas normas de trabajo, o desinvertir y llevarte la fábrica a otro sitio si no te gusta.
El Estado es una forma de poder y la función suya es mandar, esto es lo que hace años se llamaba la erótica del poder, pero en los políticos se encuentra un gusto perverso en mandar en los demás. Esto es una perversión de la mente, porque, por ejemplo en las sociedades anteriores, en las sociedades sin Estado, la satisfacción fundamental está en la colaboración con los otros, eso produce una satisfacción. Todavía nos queda algo, cuándo estamos con unos amigos a los que queremos, o familiares, entonces allí encontramos la satisfacción de querer, procuramos no ser impositivos, queremos que las cosas se busquen por consenso, a veces incluso pensando que tenemos razón nos callamos y así debe ser. Entonces, esos son los restos que quedan de una sociedad sin Estado. Con Estado no puede ser así, porque el Estado tiene un elemento coercitivo, que esta ahí. Las sociedades anteriores al liberalismo en el Estado Español no eran exactamente sociedades sin Estado, sino sociedades en donde el Estado era muy débil, sobre todo hasta el siglo XVIII. La capacidad que tenia el Estado de imponer, sus dos funciones digamos eran imponer normas de conducta y prohibir, hay leyes impositivas y leyes prohibitivas. Por eso cuando yo me opongo a la revolución liberal, no me opongo porque antes no hubiera Estado sino porque hay un crecimiento del Estado, cualitativo y cuantitativo, hay un desarrollo muy rápido, pero claro, antes también había Estado, yo me opongo a la Revolución Liberal, no porque defienda la anterior, sino porque creo que en algún momento las clases populares, que eran antes rurales –el noventa y cinco por ciento de la gente en algunos territorios vivía en el campo, o el noventa en otros, en Cataluña, si nos situamos en el mil ochocientos, quizá fuera el noventa por ciento– pues tendrían que haber tenido lucidez y valor y acabar con la forma de Estado precedente, con el Estado del siglo XVIII, que era más fácil, era muy débil, sobre todo en el terreno administrativo, tenia muy poca capacidad de intervención, no tenia un sistema educativo propio, bueno, lo podía tener la iglesia, pero en muchos sitios los niños se educaban en casa. Entonces, había Estado pero era un Estado débil, y lo que se tenia que haber hecho es acabar con él.
mativa Estatal todo lo centraliza. Casi todas las leyes son una para todos, tienen pequeñas variantes en las autonomías pero que son muy pequeñas, vas a mirar y se diferencian en poco. Por tanto, una sociedad libre, pero libre con responsabilidad, que es la única manera de ser libre, tiene que ser una sociedad sin Estado. Yo esto, cuando me di cuenta más claramente es al ver como el Estado había destruido el mundo rural tradicional. Eso lo estudié mucho, mucho más de lo que aparece en mi libro “Naturaleza Ruralidad y Civilización” yo tengo todavía montañas de papeles.
En cuanto a los objetivos del Estado, es la cuestión del poder, parece mentira pero hay algo perverso en el ser humano por la importancia que le da al poder. Nos tenemos que dar cuenta que las riquezas sólo es poder económico. Entonces un señor que es multimillonario, aparte de las satisfacciones, como diria yo, sensuales que se pueda dar con su riqueza –que algunos no se la dan porque trabajan dieciseis horas– lo único que hacen es proporcionarte una capacidad de mando sobre los demás. Puedes invertir aquí, invertir allá, imponer unas normas de trabajo, o desinvertir y llevarte la fábrica a otro sitio si no te gusta.
El Estado es una forma de poder y la función suya es mandar, esto es lo que hace años se llamaba la erótica del poder, pero en los políticos se encuentra un gusto perverso en mandar en los demás. Esto es una perversión de la mente, porque, por ejemplo en las sociedades anteriores, en las sociedades sin Estado, la satisfacción fundamental está en la colaboración con los otros, eso produce una satisfacción. Todavía nos queda algo, cuándo estamos con unos amigos a los que queremos, o familiares, entonces allí encontramos la satisfacción de querer, procuramos no ser impositivos, queremos que las cosas se busquen por consenso, a veces incluso pensando que tenemos razón nos callamos y así debe ser. Entonces, esos son los restos que quedan de una sociedad sin Estado. Con Estado no puede ser así, porque el Estado tiene un elemento coercitivo, que esta ahí.mativa Estatal todo lo centraliza. Casi todas las leyes son una para todos, tienen pequeñas variantes en las autonomías pero que son muy pequeñas, vas a mirar y se diferencian en poco. Por tanto, una sociedad libre, pero libre con responsabilidad, que es la única manera de ser libre, tiene que ser una sociedad sin Estado. Yo esto, cuando me di cuenta más claramente es al ver como el Estado había destruido el mundo rural tradicional. Eso lo estudié mucho, mucho más de lo que aparece en mi libro “Naturaleza Ruralidad y Civilización” yo tengo todavía montañas de papeles.
En cuanto a los objetivos del Estado, es la cuestión del poder, parece mentira pero hay algo perverso en el ser humano por la importancia que le da al poder. Nos tenemos que dar cuenta que las riquezas sólo es poder económico. Entonces un señor que es multimillonario, aparte de las satisfacciones, como diria yo, sensuales que se pueda dar con su riqueza –que algunos no se la dan porque trabajan dieciseis horas– lo único que hacen es proporcionarte una capacidad de mando sobre los demás. Puedes invertir aquí, invertir allá, imponer unas normas de trabajo, o desinvertir y llevarte la fábrica a otro sitio si no te gusta.
Las sociedades anteriores al liberalismo en el Estado Español no eran exactamente sociedades sin Estado, sino sociedades en donde el Estado era muy débil, sobre todo hasta el siglo XVIII. La capacidad que tenia el Estado de imponer, sus dos funciones digamos eran imponer normas de conducta y prohibir, hay leyes impositivas y leyes prohibitivas. Por eso cuando yo me opongo a la revolución liberal, no me opongo porque antes no hubiera Estado sino porque hay un crecimiento del Estado, cualitativo y cuantitativo, hay un desarrollo muy rápido, pero claro, antes también había Estado, yo me opongo a la Revolución Liberal, no porque defienda la anterior, sino porque creo que en algún momento las clases populares, que eran antes rurales –el noventa y cinco por ciento de la gente en algunos territorios vivía en el campo, o el noventa en otros, en Cataluña, si nos situamos en el mil ochocientos, quizá fuera el noventa por ciento– pues tendrían que haber tenido lucidez y valor y acabar con la forma de Estado precedente, con el Estado del siglo XVIII, que era más fácil, era muy débil, sobre todo en el terreno administrativo, tenia muy poca capacidad de intervención, no tenia un sistema educativo propio, bueno, lo podía tener la iglesia, pero en muchos sitios los niños se educaban en casa. Entonces, había Estado pero era un Estado débil, y lo que se tenia que haber hecho es acabar con él.
Félix Rodrigo Mora.
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