martes, 21 de abril de 2015

SERMÓN.

Si nos fijamos en los cebos del progreso, los chismes de confort, los medios de facilitar la vida y de ayudarnos a gozar de ella, notaremos enseguida una diferencia entre los más antiguos de ellos, tales como el tren, el servicio de correos y telégrafos, la calefacción de agua, telares mecánicos o grúas, y los más recientes, como el automóvil individual, la televisión, el cemento armado, los satélites artificiales: de los primeros puede todavía sentirse, aunque sea dudosamente, que sirven realmente para algo de lo que dicen, para facilitar un poco el vivir, para liberar un poco de penas, trabajos y preocupaciones, para ayudar un poco a gozar de las otras cosas; respecto a los segundos, en cuanto los miramos serenamente y sin tomar por sentimientos nuestros los tópicos de la propaganda, apenas cabe duda alguna de que no sirven para nada de eso, sino más bien para lo contrario: para carga, para aumento y construcción de las dificultades, para alejamiento de los goces. 
Y bien, ¿qué quiere decir esto? Uno diría que está bastante claro: que a medida que el progreso ha ido desarrollando sus realizaciones y consolidando sus ideales, ha venido demostrándose como elemento de opresión y de esclavitud; que a medida que el progreso progresaba, revelaba la verdad de su mentira.

Agustin García Calvo.

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