viernes, 14 de agosto de 2020
GANADERÍA TERAPÉUTICA.
Hacia 1984 el psiquiatra húngaro-estadounidense Thomas Szasz acuñó un concepto que describía perfectamente la aspiración del consenso político del antiliberal siglo XX, una aspiración que hermanaba apuestas aparentemente antagónicas como la de los totalitarismos de izquierda y derecha y la de los democráticos estados de bienestar: el “estado terapéutico”.
Como el rótulo lo indica, Szasz se refería a un estado sanador por excelencia. Capaz de involucrarse en las decisiones más simples de la vida de los ciudadanos, haciendo tabla rasa de sus derechos más elementales. Y ello porque ante un asunto de “salud pública” no hay constitucionalidad que valga. Eso lo entendieron muy bien los sanguinarios miembros del Comité de Salud Pública de la Revolución Francesa, con el sanador Robespierre a la cabeza.
En puridad, la salud pública requiere de un estado de excepción permanente. De contar con la posibilidad de anteponer las “soluciones técnicas” a todas las demás que los particulares puedan asumir desde sus presuntos derechos intocables.
Para los defensores de un estado sanador o terapéutico no hay pretexto que frene tan aparentemente noble intromisión.
Paul Laurent.
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