jueves, 29 de julio de 2021

INFORME.

 

Arquetipo Zombi y nanotecnología en 2021


¿Por qué se ha insistido en películas, series y videojuegos de zombis durante toda la década del 2010? ¿Qué tienen que ver estos zombis ficticios con los zombis reales de las tradiciones de brujería afroamericana? ¿Y qué tienen que ver estos y aquellos con los zombis que vemos o veremos, somos o seremos, en este 2021?

A lo largo de este artículo se dará respuesta a estas intrincadas cuestiones, enmarañadas a lo largo de estos últimos años por un certero adoctrinamiento y condicionamiento psicológico de la población mundial a través de los Resident Evil, The Walking Dead, World War Z, y demás productos de entretenimiento.

Por ello, como punto de partida, veamos qué es, en realidad, un zombi.


 1.- EL ZOMBI. CONSIDERACIONES ETNOLÓGICAS Y FILOSÓFICAS

Etimológicamente “zombi” parece a todas luces una voz yoruba, originaria de África Occidental, que se usa con múltiples significados allá donde hubo esclavos yorubas en América: Brasil y el Caribe hispano. De hecho, aún más que al ámbito religioso, el nombre zombi (o zumbi o fumbi) está unido a la propia esclavitud, como muestra Zumbi dos Palmares, héroe brasileño del siglo XVII.
En su sentido más amplio, la palabra zombi hace referencia a “espíritu” (fumbi cubano), “demonio” (nsumbi congueño) o “duende” (zumbi quimbundo), equiparable en cierto sentido útil a nuestra comprensión, al daemon griego o djinn árabe. Estamos en el rarísimo mundo de las tradiciones animistas de los esclavos afroamericanos, como el candomblé brasileño, la santería cubana, el hoodoo estadounidense o el vudú haitiano. De hecho, es de este último de donde se extraen los mitemas básicos para el trabajo de condicionamiento psicológico por parte de las fuerzas globalistas que veremos en el segundo punto. Por ahora quedémonos con el zombi haitiano.

Un zombi es un muerto que vuelve a la vida a través de prácticas mágicas para ser esclavo del hechicero que lo ha resucitado. Subráyese esta definición. Es decir, el hechicero (houngan criollo) hace zombi a una persona moribunda o muerta para someter su voluntad con vistas a su esclavización. Las creencias de los hounganes y mambos caribeños son paralelas, y en ocasiones idénticas, a la macumba y mandinga brasileñas: el individuo puede incorporar entidades espirituales que toman el control de la actividad intelectual, cognitiva y física, bien con fines “positivos” (como es el caso de los oráculos médium del candomblé) o “negativos”, como es este caso del zombi haitiano y su esclavitud. Este último es el que nos interesa.

¿Cómo convertía el hechicero vudú a un muerto o moribundo en zombi esclavo? Pues con magia, resulta evidente, pero veamos qué tipo de magia es esa desde una perspectiva occidental.
Nosotros, los europeos, nos negamos a aceptar que supersticiosos encantamientos hagan que un muerto vuelva a la vida, y mucho menos, que le haga trabajar en una plantación durante dos años sin descanso.
Si a los haitianos les bastaba con la creencia en el vudú para explicar estos fenómenos, hubo tres occidentales que intentaron explicarlos con teorías que, a pesar de ser insatisfactorias en su aspiración de explicar la totalidad del fenómeno, pueden acercarnos a la verdadera naturaleza del zombi como símbolo de muerte en vida y forma integral de esclavitud.

1.1.- Teoría etnobotánica-farmacológica   

No es raro en todas las prácticas animistas afroamericanas el uso de plantas psicoactivas de diversa índole. El etnólogo canadiense Wade Davis estudió el vudú haitiano y el fenómeno zombi, para llegar a la conclusión de que los magos negros zombificaban a sus víctimas con la inhalación de un polvo mágico que contenía alguna sustancia fuertemente neurotóxica, inicialmente la tetrodotoxina, extraída del pez globo caribeño.

La inhibición de la voluntad del zombi para su esclavización se explica desde esta teoría a través de la droga escopolamina, popularmente conocida como burundanga, extraída de una planta de la familia de las solanáceas. Según Davis, la esclavitud del zombi tendría una explicación química a través de drogas, y aunque lo cierto es que no es posible con ninguna medicina de la farmacopea chamánica americana una subyugación de la voluntad a ese nivel, esta teoría de la droga zombi habrá que tenerla en cuenta para acercarse a las problemáticas contemporáneas del tercer punto del artículo.


1.2.- Teoría magnética-animal

El médico y filósofo esoterista Franz Anton Mesmer no estudió el zombi vudú haitiano en concreto, pero sí que intentó explicar la fenomenología animista en general a través del llamado “magnetismo animal”.
Para el mesmerista, la vida sana era interpretada como el flujo libre de energía electromagnética a través de cientos de canales que recorren el cuerpo humano. Así como este magnetismo puede ayudar al médico a curar a un paciente, también podría ser manipulado para provocar la locura o la muerte.

Hay que decir que la teoría del magnetismo animal jamás tuvo respaldo científico a pesar de que estos mismos estudios de Mesmer sentaron las bases de la hipnosis tal y como hoy la conocemos: la inducción de un estado mental en el cual se podría dirigir el comportamiento, bien con fines terapéuticos (hipnoterapia), bien con intención de exhibir la manipulación de la voluntad de un sujeto hipnotizado (tal y como todos hemos visto en ciertos prestidigitadores más o menos circenses y televisivos).       

1.3.- Teoría psiquiátrica-neurológica

Menos fantástica resulta la explicación del fenómeno por parte de Monica Murtaugh: el zombi es un enfermo mental que encajaría en los cuadros patológicos de la psiquiatría.
La neurosis, la histeria y la esquizofrenia explicarían que un sujeto pudiera verse despojado de su identidad y someterse, consciente o inconscientemente, a una voluntad que no es la suya. Según este punto de vista, la espiritualidad haitiana sólo habría mitificado los desórdenes mentales propios de un arquetipo de estupidez y sumisión. Pues he ahí los dos rasgos predominantes de la personalidad zombi: la demencia y el sometimiento. O llevados al extremo de la expresión del folclore caribeño y la cultura popular: un muerto que, con aspecto cadavérico y ropa raída, aparenta resucitar como esclavo. El zombi es, desde todos los puntos de vista, un símbolo conjugado de muerte y esclavitud.

Obsérvese que el zombi verdadero (y con verdadero nos referimos a este simbólico tradicional del vudú y del animismo afroamericano) siempre será un muerto en vida esclavizado por la hechicería de un mago negro. Esta esclavización puede ser llevada a cabo por el uso malicioso de medicinas, prácticas hipnóticas apoyadas en teorías raras de magnetismo, o inducciones de desórdenes neurológicos o psiquiátricos, pero jamás por un virus contagioso. Esa es la diferencia entre el zombi real de la tradición yoruba y los zombis de ficción de los últimos años del cine y la televisión.
En algún momento del siglo XXI, el zombi dejó de ser un ente mágico de provincias y se convirtió en un tipo contagiado y contagiante de un virus apocalíptico global.
Veamos qué zombis víricos y virales son esos: los de Hollywood, los de AMC, los de esta Guerra Mundial Z. 

2.- PELÍCULAS Y SERIES DE ZOMBIS: NEGATIVE PRIMING

En Psicología Conductivista se llama Negative Priming (traducido, Preparación, predisposición o “Primado Negativo") al efecto de memoria implícito en el que la exposición previa a un estímulo influye desfavorablemente en la respuesta al mismo estímulo.

El Negative Priming describe la reacción lenta y propensa a errores a un estímulo que previamente se ignora. Esta aplicación de las ciencias sociales se usa tanto en la publicidad y el marketing, como en política e ingeniería social, y se sirve del cine, la televisión y la cultura pop para condicionar a las masas ante nuevos contenidos o cambios comportamentales, que serán interpretados a través de estímulos distorsionados de la realidad previamente introducidos en la conciencia.

En el caso de los zombis, aunque ya hay literatura, cine y música de este género en el siglo XX (recordemos el clásico La Noche de los Muertos Vivientes de George Andrew Romero, o a Michael Jackson cantando y bailando Thriller), no es hasta el siglo XXI, cuando los zombis adquieren unas valencias nuevas con respecto al mito tradicional caribeño o fenómeno animista.

Se insiste: los zombis del siglo XXI lo son, no por la maldad de un chamán negroide más o menos bailongo, sino por un extraño virus contagioso de alcance pandémico. El zombi deja de ser un muerto viviente trabajador de un campo de caña en un quilombo, y se transforma en un esclavo urbano miembro de una comunidad global infectada que amenaza con el contagio a todo aquel que aún se mantiene sano en este mundo.

Sólo es en el siglo XXI cuando la posibilidad de un “apocalipsis zombi” adquiere en el cine, la televisión y la cultura pop, una preponderancia machacona y repetitiva que va a ser imposible tratar aquí con detalle. Nos limitaremos a ver los tres ejemplos más estereotípicos, de más éxito de masas, y de contenidos más valiosos para la interpretación de fenómenos que ya tenemos tan cerca en el tiempo y en el espacio, que es muy probable que el lector los vea sólo con asomarse a la ventana, o incluso ya los tenga circulando en su propio torrente sanguíneo. Veamos estos tres ejemplos de condicionamiento conductivista, programación de masas, primado negativo de la aldea global zombi.

2.1.- Resident Evil

Originalmente inspirado en un videojuego japonés de finales de los años noventa de nombre Biohazard (Riesgo Biológico), Columbia TriStar inauguró el siglo XXI con una primera producción con presupuesto de cuarenta millones de dólares.
La primera cinta, Resident Evil, expone la trama de una multinacional farmacéutica (Umbrella Company) que desarrolla armas biológicas en coordinación con una Inteligencia Artificial llamada Red Queen, Reina Roja. La farmacéutica desarrolla un virus (el T-Virus) que se escapa de su control y que convierte en zombis a los contagiados. La saga la protagoniza la supermodelo Milla Jovovich y continua con cinco títulos más como Apocalipsis, Extinción o Resurrección.


2.2.- The Walking Dead

Inspirada en un comic, la exitosa serie The Walking Dead desarrolla el tema del zombi vírico y la pandemia apocalíptica a lo largo de diez temporadas durante toda la década de los años diez.
Un misterioso virus contagioso mata a los infectados que se convierten en unas horas en hambrientos zombis que deambulan por las ciudades expandiendo la enfermedad. Los protagonistas pasan por un indigno periplo de pruebas de darwinismo social para no contraer el virus zombi y sobrevivir. Para ello, se confinan en las casas por las noches (los zombis son más activos por la noche y los supervivientes establecen toques de queda nocturnos), se encarcelan voluntariamente en una prisión federal (hacen de la cárcel, un centro de confinamiento y cuarentena de posibles infectados) o se hacen pasar por zombis impregnándose de su olor de vísceras putrefactas.
La primera temporada concluye con la destrucción por el fuego del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, sus siglas en inglés que seguro que el lector conoce tras este año largo pandémico) en Druid Hills (Georgia), y el suicidio del científico que estudiaba la enfermedad vírica para encontrar su cura. La única forma de no convertirse en zombi es morir por hemorragia cerebral, por lo que no dudan en machetearse la cabeza o volar la tapa de los sesos de los seres queridos que se contagian con el virus.

En la sexta temporada, uno de los villanos, Negan, realiza el siguiente discurso con todos los supervivientes sometidos y arrodillados alrededor suyo: “Hagas lo que hagas, no te metas con el Nuevo Orden Mundial. El Nuevo Orden Mundial es esto y es muy simple: Dame toda tu mierda o te mato.”

2.3.- World War Z

Pero si tengo que quedarme con un panfleto propagandista de la agenda zombi del New World Order, este es, por su calidad, densidad y potencia de estímulos en primado negativo, la película World War Z, producción de Paramount Pictures lanzada en 2013 y protagonizada por el astro de Hollywood, Brad Pitt.
El filme cuenta la historia de un agente especial de Naciones Unidas que se ve sorprendido por una pandemia que convierte a los infectados en feroces zombis. La trama empieza con el agente de la ONU, Gerry Lane, explicando a su hija de diez años qué es la Ley Marcial y cuándo hay que aplicarla, al ver una noticia de la epidemia de una extraña enfermedad, mientras desayunan tortitas. Rápidamente la enfermedad se hace pandémica, se extiende a más velocidad que otros virus, los enfermos mueren y resucitan como zombis en pocos segundos, y estos se mueven velozmente a través de una extraña mente de colmena que les permite desplazarse como fluidos, construir puentes con sus cuerpos para derribar helicópteros, o formar pilas para escalar muros, como si de hormigas se tratara.   
Protegido por el secretario general de Naciones Unidas, Gerry acompaña a un virólogo de la Universidad de Harvard a Asia para buscar al paciente cero y encontrar una vacuna para el virus.
Tras entrevistarse con agentes de la CIA, del Mossad israelí, y científicos de un CDC en Gales, Gerry descubre que sólo los enfermos terminales son inmunes al virus. Por ello se inocula patógenos de este laboratorio en Cardiff para experimentar esta vacuna consistente en enfermar al organismo con el fin de pasar desapercibido para los zombis. 

En efecto: la cura del virus pandémico de World War Z depende de hacer enfermos crónicos a los pocos supervivientes que resten, y la última escena de la película consiste en un llamamiento a la lucha mientras la Organización Mundial de la Salud reparte, a lo largo y ancho del mundo, vacunas que en verdad no son vacunas: son tóxicos y patógenos que causan enfermedades crónicas y mortales, que hacen que el inoculado se mimetice en la masa zombi global.
La OMS salva el mundo vacunando a niños con falsas vacunas, que en verdad les enferman. Sí, has leído bien.

Si hay algo que he aprendido en estos más de diez años, tras la publicación de La Danza Final de Kali, es que la realidad siempre supera a la ficción, aunque aquella no se muestre con una espectacularidad propia de Hollywood, y en esta las mentiras más obscenas y flagrantes se encuentren en el aspecto más creíble de la historia.

Resulta obvio que los zombis de Hollywood no deambulan por las calles en 2021: no me muerden mórbidos personajes de ultratumba cuando voy a comprar el pan; no me atacan hordas de muertos vivientes; no hay ningún virus apocalíptico. 

Esto último es importante; hemos aprendido a vivir como si lo fuera. El nivel de fanatismo y alienación alrededor del covid-19, la agresividad ante cualquier forma de pensamiento propio o disidente de la versión oficial, el indigno nivel de sometimiento, sumisión y uniformidad mostrado por la población mundial… todo ello, en definitiva, indica que los zombis ya están aquí. ¡Y vaya si muerden! ¡Que pregunten a todos los que están sufriendo la represión y la censura!

Pero la demencia posmoderna, la locura social actual, y la aniquilación del pensamiento crítico no resultan suficientes para esta agenda zombi. Hay algo más oscuro y enfermo en desarrollo. Como digo, la realidad siempre supera la ficción, y ya va siendo hora de que dejemos de contar películas. Veamos la realidad. 

3.- AGENDA 2030: ZOMBIFICACIÓN DE LA POBLACIÓN

Vuelvo a definir el arquetipo: el zombi es un símbolo conjugado de muerte y esclavitud.
Si la ciencia-ficción (entendiendo “ciencia-ficción” en un sentido amplísimo que incluye la OMS y la ONU) lleva más de diez años anunciando una “pandemia zombi”, tengamos la certeza de que se trata de la implícita declaración de intenciones de matarnos y esclavizarnos en un lapso de tiempo relativamente corto, pues a mí, el tiempo hasta 2030 me lo parece. ¿De veras vais a tolerar todo esto de la Agenda 2030 de brazos cruzados?
Este sevillano no lo hizo

Este sevillano no lo hizo: el 28 de junio de 2021 el bio-estadístico Ricardo Delgado Martín presentó el Informe provisional (I) del ESTUDIO OBSERVACIONAL EN MICROSCOPIA ÓPTICA Y ELECTRÓNICA sobre DETENCIÓN DE ÓXIDO DE GRAFENO EN SUSPENSIÓN ACUOSA de la muestra COMIRNATY(RD1); en otras palabras, un análisis de una vacuna de ARN mensajero contra el covid-19 del laboratorio Pfizer, llevado a cabo por el Doctor en Ciencias Químicas de la Universidad de Almería, Pablo Campra Madrid.

Este estudio tan sólo es una parte del profundo y exhaustivo trabajo de investigación realizado por Ricardo Delgado a lo largo de toda la supuesta pandemia en su plataforma La Quinta Columna, y sirve para fundamentar lo que ya se ha convertido en su tesis: las vacunas contra el covid-19 contienen nanopartículas de óxido de grafeno19 , un novedoso material con proyección en la biotecnología y el desarrollo de los llamados BCI (Brain Computer Interfaces; en español, interfaces cerebro-computador). Y aunque el resultado del análisis es sorprendente con respecto a lo que se ha encontrado en el vial, no menos sorprendente resulta lo que no se ha encontrado: las vacunas de Pfizer contra el covid-19 no contienen ningún elemento que pueda ser llamado vacuna, material biológico de ningún tipo, nada que combata un supuesto virus. 

Al parecer, el virus y su anti-virus de esta película de zombis, son tan falsos como los propios zombis.
Toda la interpretación virológica y epidemiológica de la enfermedad del covid-19 no pasa de ser una cortina de humo para camuflar una operación que nada tiene que ver con un virus pandémico, pero sí mucho con tecnología y con el arquetipo de muerte y esclavitud.
El óxido de grafeno no es un agente biológico aplicado en inmunología, sino un material usado en magneto-genética. ¿Con qué intención se nos está metiendo eso en los cuerpos sin nuestro consentimiento? 


3.2.- Función 2: Control comportamental y Brain-Computer Interfaces (BCI)

Nanopartículas con propiedades magnéticas parecidas a las encontradas en el análisis del vial son las que se necesitan para estimular de forma remota las neuronas en experimentos de manipulación de la conducta en animales, aplicables en grandes primates como lo son los seres humanos.
Estas aplicaciones magneto-neurológicas no sólo aspirarían a controlar la geolocalización y manipular el movimiento físico, sino que, en última instancia, también pueden llegar a controlar la actividad mental y modificar el estado anímico y psicológico del sujeto, tal y como dijo el Presidente de la República de Chile y miembro del Foro de Davos, Sebastián Piñera, en la licitación de la tecnología 5G en su país, en agosto de 2020:
“El año pasado (2019), en la cumbre del G7, analizamos junto a los líderes del mundo, la posibilidad de que las máquinas puedan leer pensamientos. E incluso puedan insertar pensamientos, insertar sentimientos.”

Esta tecnología de estimulación (o inhibición) neuronal remota a través de campos electromagnéticos interactuando con nanopartículas alojadas en el córtex cerebral, abriría un nuevo paradigma de esclavitud verdaderamente inédito en la historia de la humanidad. Por primera vez, el sometimiento del esclavo humano sería inexorable e integral, al verse controlado también en su actividad mental y emocional. Esta aberración nos llevaría directamente a la culminación del ideal transhumanista, es decir, la conjunción de computadora y ser humano, bajo control de
Inteligencia Artificial 

Esas son las dos funciones del material nanotecnológico inoculado en las falsas vacunas del covid-19: control demográfico (esterilización y genocidio silenciosos) e ingeniería social (revolución transhumanista). O, en otras palabras, para no dejar lugar a ambigüedades que puedan malinterpretarse: no se quiere inmunizar de ningún virus con una campaña de vacunación que, se admite por fuentes oficiales, no consigue inmunizar de nada a nadie. Al contrario: tras la primera y la segunda dosis, ya se anuncian una tercera y una cuarta dosis, a las que le seguirán una quinta y una sexta dosis intranasales, de lo que no pasa de ser la preparación premeditada y estructurada del organismo humano para una revolución sin precedentes, no sólo social y tecnológica, sino también filosófica y conceptual de la propia noción de humanidad.


Se prepara el advenimiento de un nuevo hombre, una transhumanidad. El viejo ser humano que aún somos, sólo interesa para enfermarlo hasta una muerte en vida, y someterlo en un abominable paradigma tecnológico de control físico, psicológico y espiritual. Un muerto viviente esclavo: ese es el presente continuo que nos reserva el globalismo tras habernos negado cualquier tipo de futuro. Agenda 2030: Muerte en la obediencia.

Tenemos toda la década para asimilar la información presentada en este texto. Quizás tras hacerlo, si nos miramos al espejo, no encontremos tan terroríficos a los zombis: ellos sólo obedecen a los amos hechiceros que les mantienen con vida. Así como nosotros hacemos con la tecnología; así como nosotros haremos en breve con la Inteligencia Artificial. 

Aunque llamemos vida a un estado animalesco de conciencia propio de infra-seres del averno, seguiremos aferrándonos a esa ilusión de que nunca antes fuimos más felices y libres que en la tercera década del siglo XXI. Andamos en bandos, apelotonados, por las calles de nuestras ciudades, como los zombis. Nos abalanzamos con agresividad y violencia sobre cualquier cerebro fresco que aún muestre energía y vitalidad, como los zombis. Sonreímos a la cámara con nuestra mueca de calavera, como los zombis, sin conciencia de que estamos vivos, sin saber que ya hemos muerto.

Ibn Asad.


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