La ciclología tiene la virtud de hacernos comprender que lo que estamos viviendo y el fin del ciclo que nos aguarda ya ha sucedido otras veces con distinta intensidad y que ello no es un espanto apocalíptico, con horrores físicos como se lo suele pintar, sino los últimos estertores que agitan a un enfermo, tal cual sucede a veces con los instantes finales de un ser humano –cuyo deceso es para él el fin de su mundo, o sea, el fin de un mundo, e igualmente la oportunidad de la vida verdadera.
Por eso el estudio de la ciclología y la meditación posterior, como la reflexión sobre las auténticas profecías de todos los pueblos son también una base y un método para salir de la prisión de la mente y conocer otros estados del Ser Universal, tal como lo simboliza la escala de Jacob, y desde luego el Arca de Noé, que no es sino el vehículo en el que podemos transladarnos de un mundo a otro, sin ninguna concesión a lo literal.
F. González, Carta Editorial SYMBOLOS Nº 15-16.
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