jueves, 13 de diciembre de 2012
CANTOS DEL DESTIERRO.
¡Qué lejos están ahora los valles que regalan leche y miel!.La piel fértil de la tierra se ha agrietado.Las montañas se han cubierto de oscuros velos funerarios y los ríos ya no cantan.
La eterna locura se ha adueñado de la ley.Sólo reinan esqueletos,máquinas muertas disfrazadas de razón.Multitudes de espectros nacen,viven,piensan...,pero no,están vacíos.Sólo el amor a la esclavitud impulsa sus corazones disecados.
Es de noche,pero ni siquiera los misterios de la sombra los atraen ya. También yo voy con ellos,un fantasma más estre sus filas interminables.Pero,¿cuál de ellos soy?...Imposible saberlo;la bruma nos impide reconocernos.
Luz.Qué fantasía tan lejana.Acaso sólo en sueños podamos imaginarla,cuando su recuerdo,luchando contra los muros que hemos levantado en la vigilia,se anuncie penosamente entre nosotros,como un rey lleno de harapos.
Sin embargo,los oropeles cubren el mundo.Hay brillos de oro y gritos de algarabía,sones de triunfo,risas y festejos que no cesan.Pero son como un veneno que entra por los sentidos para aprisionar el alma,garras que se clavan en la piel inocente y la convierten en trampa mortal para todo lo que tocan.
Como en un espejo,nuestras lágrimas inútiles reflejan la infinita imagen del fracaso,el laberinto interminable en el que hemos depositado nuestra absurda confianza.Nuestro llanto,aunque ridículo,nos revela lo fácil que es crear un infierno.
El amplio horizonte se acerca rápidamente.Más allá no hay nada,imposible seguir;la cabalgadura emprende el vuelo hacia su patria en las estrellas,pero ese ya no es nuestro mundo,hemos renegado de él aún antes de nacer.Nuestros pies,nuestras manos,nuestra mirada,nuestro cuerpo entero,se han destinado a sí mismos a ser menos que las piedras.
Los dioses nos han abandonado.Se aburren con nuestra devoción y nos desprecian.Si al menos fuéramos capaces de rebelarnos contra ellos nos volverían a hacer objeto de su atención.Su mirada,aunque iracunda,nos daría la fuerza que nos falta para ser otra vez salvajes.
El espectro de las formas,globo inmenso en el que todo cabe,vuela hacia nosotros;se cierne un momento y no hace falta más.Nos lanzamos hacia él como hacia un paraíso perdido y largamente añorado.Trampa fatal e inevitable,¿es imposible escapar de ti?.
Una sucesión de oleadas siniestras nos envuelve hasta cubrinos.Pero ya no luchamos.Nuestro antiguo esfuerzo es ya inútil y los golpes del destino no son ahora sino la cadencia que nos sume cada día más en un sopor sin esperanza.
La aurora,a veces,se nos insinúa como una posible esperanza de salvación.Pero enseguida volvemos a la noche.Salvarnos ¿de qué?,nos preguntamos sorprendidos de que en nuestra conciencia aniden todavía palabras imposibles.
Nuestro mundo está hecho de cavernas.La más pequeña insinuación de luz nos deslumbra dolorosamente abrasando lo poco que en nosotros queda de cordura.¡Recházalo!,nos grita nuestro cada vez más afinado instinto de perdición;y nosotros,fieles a la tumba,lo enterramos por los siglos de los siglos junto a los despojos de nuestra voluntad asesinada.
Una eternidad inútil nos rodea.El movimiento sigue dando así la engañosa impresión de que todo fluye como siempre.Pero no:el agua impetuosa de de la vida ha sido detenida en un profundo lago de confusiones donde la podredumbre tiene su imperio y mata lentamente todo lo que cae bajo su asfixiante e inmóvil superficie.
El sol brilla cansadamente sobre una tierra árida y secana.Las estaciones se suceden encadenándose en una caravana gris donde predomina la inercia.La misma naturaleza se resigna a la supervivencia y a un existir apagado y sin futuro.
¡Enemigos míos,como añoro vuestros insultos!.La vida que me daban es más necesaria para mí que este triste simulacro de existencia en el que el universo,como un jardin marchito,se sumerge en la más tediosa nulidad.
Sombríos compañeros de infortunio,ya no volveréis a ver salir el sol como hace tiempo.El ocaso setá vuestro hermano y un lúgubre viento nocturno os impedirá conciliar el sueño.Pero no podéis quejaros,pues vuestro destino es semejante al mío y lo conozco bien.Hemos perdido el derecho a dormir.
Una nube de tormenta se cierne sobre el desierto en el que vivimos.Aumenta rápidamente de tamaño y en un momento abarca toda la bóveda de un cielo que se ha olvidado de nosotros.Está así un día y otro,amenazadora y oscura;a veces se acerca más y parece querer aplastarnos.Cuando nuestros nervios se han roto y la maldecimos,se eleva sobre nuestros gritos y se aleja.
De nuevo el sol inexorable nos hace añorar la noche y la tormenta.Cautivos de su lento avance,desearíamos escondernos de sus impávidos rayos,delatores de nuestra cobardía;pero no hay nada que hacer,un ejército de buitres nos acosa y sabemos que su paciencia es infinita.Para ellos el tiempo no importa,hoy,mañana,...¿Qué más da?,todos los días son iguales.
El insomnio nos arrebata la última esperanza de evasión.Tras días eternos llegan noches eternas que se repiten sin descanso.Encadenados a esta rueda implacable miramos alrededor con nuestros párpados enrojecidos para ver solamente el giro repetido de nuestras angustias.
Escuchad el grito unánime de las piedras del camino.Ríen con gesto mineral y responden a nuestro desdén con un desdén aún mayor,pues es inmóvil.Las escupimos y su sombra se desliza estrechamente abrazada a nuestros pies descalzos.
Una larga hilera de lamentos pasa a nuestro lado.¿Dónde vais?,preguntamos con el último recuerdo de la esperanza que una vez tuvimos.Nadie responde,y vemos entonces que estamos ante un espejo que inquiere cansadamente ¿dónde vais?.
Un árbol se perfila ante nuestra mirada estática.Sus ramas abrazadas por el viento parecen llamarnos.Corremos hacia él y se aleja.Cada vez más deprisa,se aleja.
¡Coronas encumbradas por la desidia,qué cercana está vuestra caída!.No habéis tenido en cuenta la furia del destino.Os ofrecían lecciones de humildad y vosotras habéis hecho un pedestal de vuestra ignorancia.
¡Qué frío mortal recorre los esqueletos!.Los árboles,desnudos para siempre,no rompen ya el aire con el capricho de sus ramas.Al final caerán,como un borracho en la madrugada.
Si un incendio,al menos,acabara de un a vez con nuestros temores,podríamos cantar entre las llamas y tratar al fuego como a un hermano.Luego,cuando todo fueran cenizas,el aire complaciente nos entregaría sus misterios.
El fuego del hogar nos ha sido arrebatado y una hiriente sinfonía de hielos en discordia se ha aposentado en nuestras casas.El frío se convierte en sables afilados que nos empujan fuera de la tierra,hacia el vacío intemporal de las estrellas.
En las torres fronterizas se está librando una dura batalla.Desde hace siglos,nadie gana,nadie pierde.Los héroes templan sus armas en los breves momentos de descanso y su cuerpo sudoroso nos parece un escudo invulnerable.Después de esta visión dormimos tranquilos,confiados en nuestra suerte.
¿Qué haremos cuando,solos,tengamos que parapetarnos tras nosotros mismos?.La costumbre ha sido nuestro guía durante largos años y nuestra aparente fortaleza se ve pronto sometida a prueba.Se oyen por todas partes los cantos de victoria,pero no sabemos si vienen o se alejan.¿Quién puede saberlo?.
Rodeados de ausencias nos sumergimos en la apatía del condenado.Vemos destellos fugaces que sin detenerse nos deslumbran un momento para luego devolvernos al vientre de las tinieblas,matriz inmisericorde de nuestras desazones.
Un anhelo superior a nosotros se nos insinúa entre los escombros de nuestra alma ya mortal para confundirnos aún más y martirizar nuestras carnes de leproso.
Y tú,cuervo inmóvil que me miras,¿qué esperas de mí?,¿traes acaso noticias de un mundo inexistente?.¿O esperas con tu silencio que la historia sombría de mi destino se complete antes de tiempo?.
Las fieras han ocupado los lugares donde solíamos reposar.Somos ahora peregrinos forzados que a golpes de costumbre lo acabaremos siendo por vocación.
Todavía queda nieve en la montaña.Nos acercamos hacia ella con pasos de paralítico y mientras tanto el sol,enemigo mortal, la convierte en el agua que amasa el barro en el que naufragamos.
Algún nuevo precipicio se ha abierto ante nosotros.Lo superamos con facilidad porque la experiencia nos ha enseñado que si no lo hacemos, nunca llegaremos al siguiente.
Con las manos destrozadas nos revolveremos contra nosotros mismos en algún momento de feliz desesperación sólo para descubrir que tampoco ellas nos ayudarán cuando lo necesitemos.
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