viernes, 10 de mayo de 2013

NOTA INFORMATIVA,


Recientemente el diario Expansión publicó un interesante artículo, "La Patología del Poder", en el que su autor, Fernando del Pino, describía los síntomas más comunes de la enfermedad del poder. 
La mayor parte de los mismos son la expresión de los trastornos de conducta asocial y narcisista con algún ingrediente más que describo, basándome en el artículo de Fernando, a continuación:

- Indiferencia a lo que otros piensan; dificultad de conectar intelectual y emocionalmente con las personas con las que uno se relaciona.

- Frialdad hacia los sentimientos de los demás. Desconexión con el sufrimiento que puedan producir sus decisiones.

- Decisiones basadas en una lectura desequilibrada del juego de premios y castigos. Se infravaloran las potenciales consecuencias negativas de las decisiones tomadas y se sobrevalora la probabilidad de las consecuencias positivas de las mismas.

- Pérdida del sentido del riesgo o de la proporción en el perfil de prioridades con el que se dirige la institución.
- Instrumentalización de las personas para lograr sus propios fines.

- Excesivo protagonismo personal apoderándose de méritos ajenos.

- Tendencia a rodearse de “palmeros”: personajes poco independientes intelectual y económicamente, para que no le lleven la contraria y que aplaudan, o se rían de sus ocurrencias.

- Juicio simplista, estereotipado, de las personas y los acontecimientos.

- Sobrevaloración de las capacidades personales y de la imagen personal.

- Conductas desinhibidas; el sentimiento de que se tiene derecho a estar por encima de los “convencionalismos” sociales y morales y de que, por tanto, se tiene licencia para hacer lo que a uno le apetece. 

Se suele traducir en algunas, o muchas, de estas conductas:

1. Descolocar a otros en público y privado con humillaciones, salidas de tono, etc.


2. Robar en su vertiente de ilegalidades de cualquier tipo o simplemente a través de una remuneración excesiva (en salarios, pensiones, indemnización por despido, etc.)


3. Buscar gratificaciones sexuales abusando de la posición de poder o del atractivo del dinero que se posee.


4. Excesos en la comida, bebida, y en el uso de estimulantes.


5. Realizar gastos desproporcionados sin que importe la mala imagen generada.



Una receta fácil: si se acumulan como mínimo cuatro de estos diez síntomas, más vale actuar rápida y contundentemente. A nadie le interesa que el poder le enferme, le corrompa. Es una gran traición a uno mismo y a la institución a la que se sirve. 


La mente es plástica, y enferma si se utiliza mal. 

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