Hace unos tres siglos y medio los europeos fuimos a África,
la invadimos y nos la repartimos como nos pareció, sin tener
para nada en cuenta el parecer de sus habitantes. Estos
nos vieron llegar primero con asombro, después con curiosidad,
más tarde con alegría —porque les llevamos adelantos
que ellos no tenían— y, por fin, al cabo de bastantes
años, cayeron en la cuenta de que los estábamos saqueando.
Entonces muchos de ellos se sublevaron, y cuando las cosas
se pusieron mal para nosotros, salimos huyendo, pero el mal
ya estaba hecho. Habíamos roto el equilibrio que ellos tenían
en sus sociedades, les habíamos contagiado nuestras trampas
y nuestras malas costumbres, y hasta las cosas buenas que les
habíamos llevado acabaron convirtiéndose en instrumentos
para que los que eran más fuertes entre ellos abusasen de los
débiles.
En definitiva, que cuando nos fuimos dejamos atrás
un enorme caos que, gracias a las armas que les enseñamos a
usar, ha convertido África en un continente de muerte.
De manera similar, hace unos setenta años ciertos seres
inteligentes no humanos empezaron a dejarse ver en nuestros
cielos. Esto suscitó la curiosidad de muchas personas,
aunque, extrañamente, las autoridades no se dieron por enteradas y la ciencia oficial juzgaba y sigue juzgando como
alucinados a los que investigan el fenómeno y piden explicaciones.
En parte, los recién llegados —o más correctamente,
los recién vistos, porque la realidad es que ya llevaban mucho
tiempo en este planeta— nos entregaron unos cuantos adelantos muy entretenidos (todo el mundo de la electrónica y
de las pantallas), y en parte se los robamos, y gracias a ellos, y
sin que nos diésemos cuenta, se fueron adueñando de nuestras
mentes.
La gran diferencia entre la invasión de África por los europeos
y la del planeta Tierra por los «extraterrestres» es que
en la primera los invasores éramos visibles y, aunque más
avanzados, éramos de la misma especie que los invadidos,
mientras que en la segunda los invasores tienen la capacidad
de hacerse invisibles, no son humanos y además poseen
una tecnología que para los humanos es inconcebible y
aparentemente milagrosa. Tan milagrosa, que ese es uno de
los argumentos en los que se basa la megaciencia para decir
que todo es una fantasía.
Pero en definitiva, los resultados de la invasión son los
mismos. Como la invasión de estos seres extrahumanos no
es cosa reciente sino que data de muchos milenios, y como,
al igual que en África, los invasores no vienen precisamente
buscando nuestro bien sino lo que a ellos les interesa,
nuestro planeta ha sido siempre un campo de batalla en el
que los humanos nos hemos estado matando sin descanso
por las razones más absurdas.
Pero en los últimos tiempos, cuando nuestros visitantes han comenzado a manifestarse y a actuar de una manera más directa, hemos entrado en una actividad frenética y suicida como fruto de la influencia que estos seres han ejercido sobre nuestras mentes durante muchos años.
Salvador Freixedo.
Teovnilogia.El origen del mal en el mundo.
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