En este año del Señor del dos mil y veinte, ocurre que las celebraciones y fiestas del pueblo (las populares o de la gente del común), incluidas sus cosas buenas y malas, se las ha hecho desaparecer sin mayores aspavientos.
Otro tanto ha venido a pasar con las relaciones sociales, ahora tan peligrosas, junto a sus normalidades agradables y desagradables.
Vaya manera de cortar por lo sano (o por lo enfermo) usos y costumbres, tradiciones y formas de vida con años o siglos de existencia.
Qué buena (o mala) forma de resetear una sociedad y dejarla con el culo al aire, sin raices, sin memoria, sin pasado y sin referencias más o menos ancestrales o simplemente habituales.
Un año o dos más, y adiós a los rastros del pasado. A quién le van a importar esas antiguallas de las que ni siquiera se guardará el recuerdo. A quién.
Muy buena jugada la de los superprogramadores. Limpia, rápida, redonda, eficiente...
Ni que la tuvieran preparada.
Pero quién sabe, a lo mejor nos hacen un favor y nos están limpiando la era (o La Era) de cara al más o menos normal e incierto futuro. O no.
Otro tanto ha venido a pasar con las relaciones sociales, ahora tan peligrosas, junto a sus normalidades agradables y desagradables.
Vaya manera de cortar por lo sano (o por lo enfermo) usos y costumbres, tradiciones y formas de vida con años o siglos de existencia.
Qué buena (o mala) forma de resetear una sociedad y dejarla con el culo al aire, sin raices, sin memoria, sin pasado y sin referencias más o menos ancestrales o simplemente habituales.
Un año o dos más, y adiós a los rastros del pasado. A quién le van a importar esas antiguallas de las que ni siquiera se guardará el recuerdo. A quién.
Muy buena jugada la de los superprogramadores. Limpia, rápida, redonda, eficiente...
Ni que la tuvieran preparada.
Pero quién sabe, a lo mejor nos hacen un favor y nos están limpiando la era (o La Era) de cara al más o menos normal e incierto futuro. O no.
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