Sin libertad de pensamiento la sabiduría no puede existir, así como tampoco puede existir la libertad pública sin libertad de palabra, que es el derecho de todo hombre, siempre que por ella no pisotee o disminuya el derecho de los demás.
Este privilegio sagrado es tan esencial a los gobiernos libres que la seguridad de propiedad y la libertad de palabra van siempre juntas, y en esos malhadados países en lo que un hombre no puede llamar suya a su lengua, difícilmente pondrá llamar suya a ninguna otra cosa.
Y así como es de la incumbencia e interés del pueblo, a cuyo único favor se tratan, o al menos deberían tratarse, todos los asuntos políticos, comprobar si éstos están bien administrados es, y debería ser, la ambición de todo gobernante honesto que sus obras sean examinadas libremente e indagadas públicamente: sólo los gobernantes aviesos temen lo que se dice de ellos.
Benjamín Franklin.
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