Una de las distorsiones más fundamentales es que nosotros mismos solemos ser nuestro punto ciego. Es decir, el modo en que estamos configurados suele ser invisible para uno mismo. Es parecido a cómo no puedes ver tu propia pupila mientras miras a través de ésta (porque aunque la veas en un espejo, sería solo el reflejo de la misma) de tal suerte que solemos obviar la manera en que miramos al mundo, el modo en que lo ordenamos en nuestra cabeza.
Aunque en ocasiones llegamos a tener percepciones atinadas, ser totalmente objetivos implicaría dejar de ser quienes somos; seríamos meros testigo de nosotros mismos.
En 1999, David Dunning y Justin Kruger, publicaron un estudio titulado Unskilled and Unaware of It: How Difficulties in Recognizing One’s Own Incompetence Lead to Inflated Self-Assessments [Incapaz e inconsciente al respecto: Cómo las dificultades en reconocer la propia incompetencia conducen a una auto-valoración inflada], donde plantean el siguiente descubrimiento: las personas con pocos conocimientos suelen sobreestimar sus habilidades, considerándose, de paso, más listos que personas mejor preparadas; mientras que las personas capaces tienden a subestimar sus habilidades.
Hay una frase de Bertrand Russell que dice: “Una de las cosas dolorosas de nuestro tiempo es que aquellos que sienten la seguridad son estúpidos, y los que tienen algo de imaginación y comprensión están llenos de dudas e indecisión”.
Es curioso el tema de la convicción y la duda que recorre los descubrimientos de Dunning y Kruger, particularmente al considerar quienes son las personas que ocupan los sitios de liderazgo en nuestro mundo.
El Efecto Dunning-Kruger es, fundamentalmente, un problema de metacognición. En otras palabras, se refiere a la (in)capacidad de percibir los propios procesos mentales. Hasta sin querer somos observadores de nuestro modo de pensar; poder palpar no solo lo que piensas, sino cómo lo haces. Sin embargo es una habilidad que puede desarrollarse tanto como puede atrofiarse.
El Efecto Dunning-Kruger se da gracias a que nos evaluamos según nuestras capacidades; la cuestión es que si tus capacidades son limitadas no tienes mayores criterios que los que esas capacidades te permiten, ni siquiera se te ocurre que haya cosas más complejas o mejor elaboradas. Ignorar es, sobre todo, ignorar que se ignora. En cambio, con parámetros más amplios resulta más difícil ese grado de engreimiento, ya que los estándares por los cuales te mides rebasan tus capacidades; y eres, además, capaz de concebir capacidades que rebasan las tuyas. Si a un perro le das LSD, es probable que alucine con huesos.
Considero, apoyado en Dunning y Kruger, que la convicción que caracteriza a tantos líderes es posiblemente una manifestación de estupidez. En cierto modo esto tiene mucho sentido; explica casi todo sobre por qué el mundo funciona como funciona. Y no es necesariamente que sean imbéciles, solo carentes de una capacidad metacognitiva básica.Como aquel poema ‘The Second Coming” (1919) de W.B. Yeats: The best lack all conviction, while the worst / Are full of passionate intensity [Los mejores carecen de cualquier convicción, mientras los peores / Están llenos de apasionada intensidad].
Fausto Alzati Fernández.
Estoy totalmente de acuerdo en lo del "punto ciego" ¿Onde estoi?
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