Desde una base militar en Siracusa, a 380 kilómetros al
norte de Nueva York, el coronel D. Scott Brenton controla el vuelo de un drone
sobre Afganistán. La aeronave transmite en directo la vida de insurgentes
talibanes, su objetivo a 11.200 kilómetros de distancia. Él y su equipo
pueden observar a una familia durante semanas. “Madres con niños. Padres con
niños. Padres con madres. Niños jugando al fútbol”, cuenta.
Cuando llega la
orden, y dispara y mata a un miliciano —lo que solamente hace, comenta, cuando
las mujeres y los niños no están cerca— un escalofrío recorre su nuca, como le
ocurría cuando disparaba a un objetivo desde los F-16 que solía tripular.
No hay comentarios:
Publicar un comentario