La estrella que corresponde al ojo de Medusa en la constelación de Perseo presenta un comportamiento sumamente extraño, que los astrónomos apenas han comenzado a comprender.
El ojo de Medusa se llama Algol (del árabe “al Ghul”, que se traduce en el contexto como “cabeza de demonio”); es más visible durante los meses invernales, al menos en el hemisferio norte, y cada tres noches su intensidad disminuye, como si el demonio nos guiñara el ojo, volviendo a brillar luego de diez horas. Pero no se trata de un guiño demoniaco, sino de lo que los científicos han llamado “la paradoja de Algol.”
La causa del “guiño” es una estrella más pequeña que orbita alrededor de Algol, bloqueando su luz. Los astrónomos la descubrieron en fecha reciente gracias a los telescopios de los que disponemos hoy en día. Algol llamó la atención de los astrónomos por este extraño comportamiento: las estrellas suelen ser predecibles, en cierto sentido, pues desde hace millones de años su comportamiento no suele cambiar dramáticamente; comienzan como nubes de hidrógeno que se condensan hasta ser tan pesadas que la presión en su centro comienza a fundirse en helio. Los elementos se vuelven más pesados a través de esta fusión, y las estrellas crecen en la medida en que tengan suficiente combustible para quemar. Estrellas grandes y pequeñas pasan por todas estas fases durante su vida. Pero algo extraño (paradójico) ocurre con Algol y su pequeña estrella orbitante.
Ambas son relativamente de la misma edad. Algol es más grande, pero su compañera ha “envejecido” más rápidamente. Se trata de una estrella casi marchita que orbita la enorme masa de Algol, una estrella rebosante de juventud. Pero existe una explicación: a pesar de que fueron creadas en periodos temporales cercanos, están separadas por cinco millones de millas una de la otra. A medida que las estrellas envejecen, sus núcleos queman materiales más pesados, y las capas exteriores comienzan a ser absorbidas también. Estas capas exteriores debieron entrar en el rango gravitatorio de Algol quien, como el demonio que es, le echó sus garras encima. Al “robar” la masa de la pequeña estrella, Algol tuvo más material para quemar y brillar, permaneciendo joven a costa de la pequeña estrella.
Es así como se resuelve la paradoja y la estrella que “guiña” nos observa desde el cielo, con su fascinante mirada.
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