lunes, 29 de junio de 2015


Sólo hay un maestro, el silencio.

Risë Gilbert.



Un problema muy importante en la práctica del silencio se presenta cuando, después de haber trabajado ya bastante en ello, uno cree que ya está silencioso, pero lo que ocurre es que uno sólo esta silenciado, no silencioso.

Poner en silencio la mente y todo nuestro campo existencial cuesta mucho, por los hábitos adquiridos, por las presiones inconscientes, pero principalmente por la debilidad de nuestra lucidez.

Pero las mayores dificultades, las más sutiles, empiezan cuando yo ya no pienso, cuando ya no se suceden imágenes, cuando ya no he de luchar contra las distracciones; entonces es cuando aparece una dificultad de un orden más sutil y más difícil de manejar, porque se trata de que yo esté silencioso incluso de la idea de estar silencioso. Porque si yo estoy pendiente de la idea de silenciarlo todo, y logro silenciarlo todo menos esta idea de silenciarlo todo, de hecho no he llegado al silencio. 

Aunque yo reduzca del todo mi movilidad, mis zonas emotivas, mi actividad fenoménica mental, es frecuente que las reduzca sólo hasta una actividad fundamental que persiste en mí, que es la idea de que estoy haciendo silencio; que quede sujeto a la idea de “no pienso en nada, no pienso en nada, no pienso en nada”, y así me pase todo el período de práctica, se acabe el ejercicio y yo me quede como antes. 

El Silencio requiere que. por un lado. yo conserve la noción de yo como Conciencia, y por otro lado, no me agarre absolutamente a nada. 
Y ésta es, por decirlo así, la filigrana difícil de alcanzar.

Antonio Blay.

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