miércoles, 14 de septiembre de 2016

GANADERÍA.


"La era tecnotrónica implica el surgimiento gradual de una sociedad más controlada. Una sociedad semejante quedará dominada por una élite sin ataduras con los valores tradicionales. Pronto será posible imponer esquemas de vigilancia casi permanentes sobre cada ciudadano… La tendencia pareciera ser hacia lograr el apoyo agregado de millones de ciudadanos descoordinados entre sí y fácilmente controlables".

Zbigniew Brzezinski, “Entre dos edades: el rol de los Estados Unidos en la era tecnotrónica”. 1970.









Mucho se estudia el impacto de la contaminación electromagnética en la salud. Pero hay una dimensión más subjetiva: su influencia en los vínculos afectivos, la empatía o la capacidad de diálogo de las personas: El “efecto aturdimiento”, un factor disruptivo que desorganiza la sociedad.



Hay pocas voces discordantes sobre los beneficios de las telecomunicaciones inalámbricas. Yo sostengo que, tal cual están diseñadas, son un potente factor disruptivo, que crea más problemas de los que resuelve. Una exposición masiva a ondas  electromagnéticas de alta frecuencia genera todo tipo de trastornos y cambios conductuales en la sociedad.
La salud pública es cada vez más frágil, y era previsible que sucediera. El barrido permanente de las microondas sobre nuestros sistemas biológicos, equivalente a millones de veces la radiación del entorno natural, provoca un estrés metabólico que nos vuelve enfermizos, con bajas defensas y vitalidad disminuida.

La decisión de expandir sin control las tecnologías inalámbricas es paralela al diseño de una sociedad medicada, una sociedad de ciudadanos crónicamente enfermos y cansados, tributarios permanentes de la industria farmacéutica.
En miles de estudios en todas partes del mundo se documenta la epidemia de fatiga crónica, cáncer y leucemia, enfermedades autoinmunes y degenerativas, insomnio y una larguísima lista de trastornos entre los quienes viven en las cercanías de un mástil de telefonía móvil. El índice de enfermedades desciende a medida que la población vive más lejos. Pero el índice global en la localidad aumenta a medida que se incrementan las emisiones, con “picos” de trastornos en la salud pública cada vez que un nuevo mástil de telefonía móvil se instala.

Otros indicadores globales: los brotes de “síndrome de fatiga crónica” se hicieron masivos en los 80 en aquellos países que comenzaron a desplegar su red de telefonía celular. Al mismo tiempo, hoy en día éstas y otras enfermedades se muestran prácticamente ausentes en países que casi no la desplegaron, como Myanmar, Nepal, Bhutan y Laos.



El ciudadano disfuncional

El impacto sobre la salud tiene variables mensurables. Podemos contabilizar casos médicos, tratar con diagnósticos y síntomas “objetivos”, sin embargo, hay una dimensión más subjetiva, mucho más difícil de abordar pero no menos importante: ¿Cómo medir la influencia del bombardero inalámbrico en variables como los vínculos afectivos, la agresividad, o la capacidad de diálogo de las personas?.

La exposición a campos puede afectar severamente a los neurotransmisores, y con ello, a los sentimientos de bienestar y empatía, el carácter y la vitalidad en general.
Algunos documentos lo describen como “aturdimiento”. Las personas se sienten irritables, experimentan confusión y dificultades para concentrarse, por eso un ambiente irradiado converge con otras tendencias en el diseño de una sociedad de relaciones frágiles y fricción creciente.

Este efecto global es más fácil de visualizar a través de “la metáfora de la colmena”. El biólogo alemán Ulrich Warkne, que estudia hace décadas el comportamiento social de las abejas, describe lo que sucede en una comunidad de abejas cuando se la expone a un campo electromagnético. “La temperatura de la colonia se eleva considerablemente. La defensa del territorio social aumenta de forma descontrolada hasta el punto de que unos individuos pueden matar a otros. Ya no se reconocen entre ellos…”. 

Después de unos días expuestas al campo, las abejas pierden sus roles, el trabajo social se desorganiza, muchas abandonan la colmena y la comunidad se destruye en el caos generalizado.

La metáfora de la colmena nos sugiere la sutil influencia que un discreto bombardeo inalámbrico, desde múltiples dispositivos, puede tener sobre la vida de millones de personas. Imaginemos pequeñas alteraciones, casi imperceptibles, que se combinan y se retroalimentan, y se traducen en conflictos que crecen, grupos que se desorganizan y personas que se aíslan unas de otras.

En términos hipotéticos, el resultado de un incremento de microondas crearía ciudadanos menos dialógicos y más confrontativos, menos colaborativos y más competitivos, menos creativos y más mecánicos, menos amorosos y más egoístas. ¿Hay algo de este panorama en la sociedad actual? ¿Somos abejas crecientemente irritadas en un caldo electromagnético cada vez más potente?
Hasta ahora, estudiando el crecimiento de enfermedades conectadas con la contaminación electromagnética, hemos descubierto claros vínculos entre el incremento de las emisiones, y la propagación de ciertos síntomas y patologías. ¿Qué pasa si estudiamos las mismas variables conectadas con el incremento del divorcio, la fragmentación política o la incomunicación doméstica? Tal vez los aparatos que creemos tan esenciales para comunicarnos, en realidad interfieren en una efectiva comunicación con nuestros semejantes.



Hace algunos años se realizaron observaciones de campo en Mercedes, Buenos Aires, una ciudad que yo considero altamente irradiada por su concentración de mástiles en el centro, en una llanura donde las ondas no tienen ningún obstáculo natural que las amortigüe. Aquí me encuentro frecuentemente a personas con algún síntoma del “ciudadano irradiado”:
- Es víctima de cambios abruptos del humor, brotes de tristeza inexplicables, desinterés y baja energía.
- Es presa fácil de conductas adictivas que le generan un leve disconfort que no sabe de dónde viene.
- Su creatividad natural es aplastada por un sentimiento de pereza.
- Tiene fatiga crónica. Se despierta a menudo por la noche. Se levanta como si no hubiera descansado.
- Muchas personas no alcanzan a enfermarse en el sentido médico de la palabra, pero se vuelven “ciudadanos disfuncionales”: trabajadores descuidados y carentes de compromiso, o estudiantes desmotivados con dificultades cognitivas.


No se trata de una relación lineal. Por supuesto que estos síntomas también se explican en otros factores. Pero el bombardeo inalámbrico le aporta sinergia al proceso. 

Porque algo emerge claramente después de muchas décadas de  estudio de los efectos de un bombardeo inalámbrico: si usted quiere desorganizar a un grupo o una sociedad, irrádiela. Obtendrá una bajada en la vitalidad y en la salud general de la gente, habrá mayor desconfianza interpersonal, brotes de conflictividad y rispideces. Los vínculos sociales y comunitarios se harán más frágiles. Los acuerdos serán más difíciles y menos duraderos.


Claudio Fabian Guevara. Irradiados & Irritados: La sutil influencia del bombardeo inalámbrico.

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