martes, 8 de junio de 2021

LA FÁBULA DE LAS ABEJAS.


En 1714 Bernard Mandeville contaba esta fábula sobre las abejas: "Había una colmena que se parecía a una sociedad humana bien ordenada. No faltaban en ella ni los bribones, ni los malos médicos, ni los malos sacerdotes, ni los malos soldados, ni los malos ministros. Por descontado, tenía una mala reina.


Todos los días se cometían fraudes en esta colmena;  la justicia, llamada a reprimir la corrupción, era ella misma corruptible. En suma, cada profesión y cada estamento, estaban llenos de vicios.
A pesar de ello, la nación no era menos próspera y fuerte, pues, en efecto, los vicios de los particulares contribuían a la felicidad pública; y, de rebote, la felicidad pública causaba el bienestar de los particulares.


Pero se produjo un cambio en el espíritu de las abejas, que tuvieron la singular idea de no querer ya nada más que honradez y virtud. El amor exclusivo al bien se apoderó de los corazones, de donde se siguió muy pronto la ruina de toda la colmena.
Como se eliminaron los excesos, desaparecieron las enfermedades y no se necesitaron más médicos. Como se acabaron las disputas, no hubo más procesos y, de esta forma, no se necesitaron ya abogados ni jueces. Las abejas, que se volvieron económicas y moderadas, no gastaron ya nada: no más lujos, no más arte, no más comercio...
La desolación, en definitiva, fue general.

La conclusión parece inequívoca: Dejad, pues, de quejaros: sólo los tontos se esfuerzan por hacer de un gran panal un panal honrado. Fraude, lujo y orgullo deben existir si queremos gozar de sus dulces beneficios.

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