sábado, 21 de mayo de 2016

FAGOCRACIA.


En repetidas ocasiones, caracterizamos el sistema político-social como represor y esclavizante, sustentado en una economía depredadora. Así pues, tenemos y formamos parte de todo ese engranaje que devora todo lo que encuentra a su paso.  
Exacto, el capitalismo es depredador por naturaleza y nosotros somos su gran presa. La vida humana es el objetivo; pero no desde el punto de vista tradicional de un depredador. No se trata de aniquilarnos sin más para alimentar a la máquina (eso es demasiado fácil y lo hace diariamente allá dónde le interesa); sino que el objetivo de la depredación es otro: dominarnos. 
Se trata de dirigir y dominar hasta los últimos rincones de lo humano; la conciencia, las emociones, las ideas… para ello ataca la vida en su conjunto: lo individual y lo colectivo.

Quebrantando el silencio. Blog.



La subestimación, el desprecio occidental, su visión deshumanizante de las culturas periféricas constituye una pieza clave de su ideología imperial estructurada durante muchos siglos de saqueo; la animalización de la imagen del hombre del “resto del mundo” formó parte de la construcción psicológica que facilitó al colonizador de Occidente la realización de los grandes genocidios legitimados como obra civilizadora. 
La ignorancia o desprecio de las riquezas culturales de la periferia, de la creatividad de sus bases sociales, del potencial de autonomía de sus comunidades campesinas no solo atrapó a los cerebros de las élites occidentales sino también a buena parte de sus enemigos internos, así fue como Gramsci pudo llegar a afirmar que en la vieja periferia precapitalista “el Estado era todo, la sociedad civil era primitiva y gelatinosa” mientras que en Occidente existía una robusta sociedad civil, lo que no permite explicar como hicieron las poblaciones andinas de América, por ejemplo, para sobrevivir culturalmente al genocidio inicial de la conquista seguido por más de cinco siglos de opresión y pillaje occidental u otras proezas culturales de los periféricos de Asia y África. 

Jorge Beinstein.

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