viernes, 6 de mayo de 2016

SERMON.

  
                             Qué gran suerte para los gobernantes
                               que la gente no piense.
                                                                            Adolf Hitler.




No es que el Poder que actualmente vivimos sea una especie de Poder distinto de los demás. Es la culminación de la Historia: todos, todas las formas humanas arcaicas de Poder están en esta; pero no en vano es ésta la que padecemos, y la que padecemos está regida por el ideal democrático, y el ideal democrático consiste en creer sin resquicio en una falsedad: la creencia en el individuo, en que cada uno sabe lo que vota, cada uno sabe lo que compra, cada uno sabe lo que quiere, cada uno sabe a dónde va con su auto. 
Solo así, por medio de esta trampa, se consiguen los prodigios de las votaciones, de que, reunida una mayoría de individuos, individuos personales, cada uno convencido de que hace lo que quiere, reunidos en la Mayoría, tranquilamente se puede dar el paso al límite y decir “Esta es la voz del pueblo”.

La voz de la Mayoría es todo lo contrario de la voz del pueblo. Por eso el Poder confía en ella: jamás ninguna forma de Estado, ni la Banca, va a tener el menor resquemor de intranquilidad respecto a una votación: se sabe que el resultado de la votación va a ser el resultado de la suma de voluntades individuales, y que éste va a ser el que se esperaba y el que Ellos quieren. Está claro. Éste es el Régimen, el último truco del Poder que padecemos. 

Agustín García Calvo. El triunfo del Poder que padecemos.

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