“Hasta las mejores personas pueden cometer actos atroces bajo el amparo y anonimato de un grupo.”
La desindividualización (término acuñado por L. Festinger, A. Pepitone y T. Newcomb en 1952), implica dejarse llevar por el grupo. El individuo pierde su identidad individual y acoge como suya la norma del conjunto, ya sea buena o mala. Así, una persona que no haría daño a nadie a solas, es capaz de los actos más atroces en el seno de un grupo.“La desindividualización es la pérdida de la identidad individual de la persona, que acoge como suya la norma del conjunto.”
En conclusión, la desindividualización no es más que una pérdida de la conciencia propia.
Myers, D. G., (2005), Psicología Social, México, McGraw-Hill Interamericana.
Según un despacho de la agencia Reuters, una madre hutu de 35 años de edad de nombre Mukankwaya dijo que ella y otras mujeres hutu habían reunido a los hijos de sus vecinos tutsi, a los que habían acabado considerando «enemigos» suyos. Con una horripilante determinación, mataron a palos a los sorprendidos niños. «No lloraban porque nos conocían», dijo la mujer. «Sólo nos miraban boquiabiertos. Perdí la cuenta de los que llegamos a matar.»
Su desconexión moral suponía creer que ella y las otras asesinas «hacían un favor a los niños»: era mejor que murieran entonces porque serían huérfanos; los hombres hutu, con los machetes que el gobierno les había entregado, habían asesinado a sus padres.
Mukankwaya y las otras madres hutu creían que a los niños les esperaba una vida muy difícil y que era mejor para ellos que los mataran.
En conclusión, la desindividualización no es más que una pérdida de la conciencia propia.
Myers, D. G., (2005), Psicología Social, México, McGraw-Hill Interamericana.
Según un despacho de la agencia Reuters, una madre hutu de 35 años de edad de nombre Mukankwaya dijo que ella y otras mujeres hutu habían reunido a los hijos de sus vecinos tutsi, a los que habían acabado considerando «enemigos» suyos. Con una horripilante determinación, mataron a palos a los sorprendidos niños. «No lloraban porque nos conocían», dijo la mujer. «Sólo nos miraban boquiabiertos. Perdí la cuenta de los que llegamos a matar.»
Su desconexión moral suponía creer que ella y las otras asesinas «hacían un favor a los niños»: era mejor que murieran entonces porque serían huérfanos; los hombres hutu, con los machetes que el gobierno les había entregado, habían asesinado a sus padres.
Mukankwaya y las otras madres hutu creían que a los niños les esperaba una vida muy difícil y que era mejor para ellos que los mataran.
Véanse los abundantes escritos de Albert Bandura sobre la desconexión moral, como A. Bandura, B. Underwood y M. E. Fromson, «Disinhibition ofAggression Through Diffusion of Responsibility and Dehumanization of Victims»,
Journal of Research in Personality 9 (1975), págs. 253-269.
Philip Zimbardo. El efecto lucifer.
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