domingo, 26 de marzo de 2017

BRUJERÍAS MODERNAS.


El Estado confía ciegamente en que la mayoría democrática no va a decir más que chorradas una y otra vez, porque así, si había alguno al que a lo mejor se le ocurría otra cosa, queda completamente ahogado en la mayoría.

Agustín García Calvo




En cierto modo el mito de la democracia coincide con el mito del contrato social, que forma parte de todo este parque de atracciones. Que exista verdaderamente un contrato social es también un mito. 
Acudir a las urnas es aceptar que esta ficción de académicos es algo real, es como firmar el contrato, aunque la mecánica que está en el trasfondo de la llamada democracia y de las elecciones llamadas democráticas es más profunda que la de los contratos, y no puede entenderse en todo su alcance al margen de su religiosidad. 
De hecho se puede afirmar que las elecciones son un acto mágico que convierte en real una ficción. Y un acto propiciatorio, como lo eran los rituales de la fertilidad de la tierra que creían propiciar las lluvias y el crecimiento de los cultivos. 
El acto mágico que son las elecciones propicia que todo siga igual, que el régimen de poder-religión hollycapitalista siga siendo igual de criminal, corrupto, injusto, obsceno, hipócrita, cínico e inmoral.

Esto no quiere decir que no valoremos todo este aparataje de mitología y de ritualística, que de hecho es la herencia decadente de milenios de civilización. Gracias a todo esto las cosas, en el mejor de los casos, siguen igual de mal, o empeoran progresivamente, lo cual es siempre preferible al caos y la guerra. 
Gracias a este y a otros muchos mitos es como las sociedades, mejor o peor, funcionan. 

Pedro Bustamante.

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