jueves, 17 de mayo de 2018

DISCURSILLO.


Fijaos bien que la Mayoría en votaciones o en lo que sea, o en la compra de los grandes almacenes o en lo que sea, la Mayoría es siempre una mayoría de Individuos Personales, contados, señores y señoras con su nombre propio cada uno. 
Los otros, los que quedan fuera de la Mayoría porque no votan o porque votan mal o porque incluso no saben manejar la papeleta de los votos, hacen borrones o cosas así, ésos no están seguros de que sean personas. Los que es seguro que son personas y contables son los de las mayorías. 

A la Mayoría se le hace bonitamente representante de la totalidad, y todos nos quedamos tan frescos. Ésta es, ésta es la especie de argucia que maneja cada día entre nosotros el Capital y el Estado y a la que obedecemos con harta sumisión. La Mayoría
representa la totalidad. 

¡Pues no! ¡Desde aquí abajo decimos “no, no es verdad, la Mayoría no representa la totalidad”! 
La Mayoría son Individuos Personales y, por tanto,
reaccionarios. Lo sabemos, lo advertimos: no ha habido jamás una votación democrática, cuyo resultado no haya sido reaccionario; no ha habido ni volición ni referéndum de la cual podamos decir que el resultado haya sido otro que el que se podía esperar de la reacción, y de la fidelidad y de la sumisión más creyente. 

En efecto, la Mayoría está compuesta de Individuos; cada Individuo es reaccionario; la Mayoría es reaccionaria. Y en esto confía ciegamente la Democracia. Ninguna votación le va a dar jamás ninguna sorpresa. Lo más que puede hacer es ayudarle a ese truco del cambio para seguir igual; eso de cambiar, a lo mejor, hasta de liberales a socialistas, o de socialistas a liberales, o cualquier otra tontería por el estilo; o de Demócratas a Republicanos y de Republicanos a Demócratas en EEUU. 
Hay gente que se sigue entreteniendo en creer en
estas diferencias, en no reconocer la mera tontería que es ese truco de cambiar para seguir igual.

Por tanto, Capital y Estado hacen perfectamente bien en confiar en ese Individuo, porque saben bien en quién confían. Naturalmente, no se limitan a confiar en él: lo fabrican. Porque ahí está el secreto: no es sólo que Estado y Capital se hayan encontrado, desde el comienzo de la Historia, bastante bien hecho a este sujeto esencialmente reaccionario, sino que, como había peligro de que no todos fueran así o no fueran tan así cada uno de todos, y por tanto el aparato fallara, se han apresurado y en el máximo progreso se apresuran, sobre todo, a fabricarlos así: perfectos súbditos del Estado, perfectos clientes del Capital. Gente cuya vida no es otra cosa, íntegramente, que trabajo inútil, diversión complementaria y compraventa de los chismes inútiles consiguientes. 


Agustín García Calvo.

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