Bajo el capitalismo contemporáneo, la ilusión de que hay democracia debe prevalecer. El interés de las élites corporativas es aceptar la disidencia y la protesta como una característica del sistema en la medida en que no pongan en peligro el orden social establecido.
El propósito no es reprimir la disidencia, sino, por el contrario, dar forma y moldear el movimiento de protesta para establecer los límites de la disidencia.
Para mantener su legitimidad, las élites económicas favorecen formas de oposición limitadas y controladas con el fin de prevenir el desarrollo de formas radicales de protesta, lo que podría sacudir los cimientos mismos y las instituciones del capitalismo global. En otras palabras, “la fabricación de disidencia” actúa como una “válvula de seguridad”, que protege y sostiene el Nuevo Orden Mundial. Para ser eficaz, sin embargo, este proceso debe ser cuidadosamente regulado y supervisado.
Los movimientos de protesta están directamente controlados por fundaciones y “organizaciones benéficas” que financian sus actividades. El objetivo de las élites corporativas ha sido el de fragmentar este movimiento en un gran mosaico,de tal manera que la disidencia se ha compartimentado. Movimientos independientes que pretenden atacar diferentes asuntos (medio ambiente, globalización, paz, derechos de la mujer, cambio climático...) son generosamente financiados para impedir la aparición de un movimiento de oposición masivo coherente. Este mosaico era ya común en la lucha contra la cumbre del G7 y Cumbres de los Pueblos de la década de 1990.
Se trata de un proceso diabólico: El gobierno anfitrión financia la cumbre oficial, así como las reuniones de las organizaciones no gubernamentales que participan activamente en la contra-cumbre. También financia la operación de la policía antidisturbios, que tiene el mandato de reprimir a los participantes de las contra cumbres. El objetivo de estas operaciones combinadas, incluyendo acciones violentas cometidas por las fuerzas de policía antidisturbios, es desacreditar el movimiento de protesta e intimidar a sus participantes. El objetivo general es transformar la contra-cumbre en un ritual de disidencia, que sirve para defender los intereses de la cumbre oficial y el gobierno anfitrión.
Esta lógica ha prevalecido en numerosas cumbres desde la década de 1990.
Michel Chossudovsky.Fabricando la disidencia.
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