miércoles, 25 de abril de 2012

RETRATO DE FAMILIA.

Pues ello es que hace tiempo que la Empresa Privada y la Adminsitración Pública han venido estrechando de tal modo su matrimonio que ya son una misma alma, y en verdad indistinguibles la una de la otra, lejos los tiempos del abuelo Marx, que aún podía distinguir entre el capitalista explotador y los políticos, perros guardianes del Capital.

Y, sin embargo, la idea de la separación entre lo uno y lo otro, la idea de que se está jugando algo cuando se habla de que el Estado se haga cargo de tal Empresa o que se pasen a la Empresa Privada tales istituciones estatales, sigue rigiendo en este mundo, pese a su vaciedad, o precisamente gracias a su vaciedad, hasta llegar a la necedad superferolítica de que pueda haber alguna diferencia entre una Televisión Estatal y una Privada; como si no se supiera lo que es Televisión.

 Pero la verdad es que Estado y Capital son la misma cosa, y sólo dos para disimular; y los mismos son los políticos y los banqueros, y no hay Dios que distinga (o sólo Dios puede) entre los Ejecutivos de Dios de la Empresa y los del Ministerio (o los Sindicatos); como no podía menos de ser: pues lo uno y lo otro está movido y sostenido por lo mismo: una misma Fe en el Futuro, una misma Idea, un mismo idealismo, esto es, una misma creencia en el Dinero como la realidad de las realidades.

Y la piedra de toque para reconoer la identidad de Capital y Estado, y la falsedad vigente de su distinción, es el Criterio de Rentabilidad. El cual vemos todos los días cómo se aplica indiferentemente en las Istituciones Estatales lo mismo que en las Privadas, y cada vez más descaradamente; como es natural, porque aquello de que «De dinero no se habla, niño» era cosa de los viejos burgueses, y ahora, en cambio, nada más decente, y hasta honroso, que hablar de dinero, con esa campechana franqueza que caracteriza lo mismo a los Ejecutivos del Consorcio Bancario que a los del Ministerio de Finanzas; en efecto, teniendo Dios en el Bienestar una cara esencialmente de dinero, ¿qué más claro y honesto, que más santo, que declarar abiertamente que a lo que se va es a la producción de rendimiento dinerario, al acrecentamiento del volumen de las cifras? Cualquier otra cosa, cualquier otro hablar, es sin más sospechoso para el Señor.

Lástima que, con el Criterio de Rentabilidad, a la gente lo que se le hace es la puñeta a gran escala. Pues en cualquier momento, cualquier Ejecutivo de lo uno o de lo otro, podrá quitarle las cerezas de la boca, las vacas de los prados, el caminito de hierro, la tierra misma de debajo de los pies, gracias a la apelación al Criterio de Rentabilidad: porque, déjese de mandangas, amigo, aquí de lo que se trata es de productividad, de rendimiento, de futuro, esto es, de dinero; y ante ello tienen que agachar la cabeza y retirarse las cositas y los corazoncitos, no faltaba más. No estorbe, hombre, y perdone las molestias, pero es que estamos trabajando por su futuro.

Así es como el Criterio de Rentabilidad, al mismo tiempo que prueba la identidad entre Capital y Estado, sirve para eliminar la vieja noción de ‘servicio público’, según en la próxima entrega estudiaremos.
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Agustín García Calvo

Extracto de Análisis de la sociedad del bienestar.

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