La sensación de tener una voluntad consciente es eso, una sensación, como la sensación que tenemos al ver un color o beber un refresco. En cierto sentido, la idea de una voluntad consciente raya en lo que llamamos pensamiento mágico: pensar que tenemos más efecto sobre el mundo del que realmente tenemos.
Freud demostró que no somos tan dueños de nuestros actos (o nuestra psique) como pensamos, ya que nuestras motivaciones suelen ser manifestaciones inconscientes de fuerzas que nos rebasan.La hipnosis fue uno de los métodos que le hicieron intuir que había procesos inconscientes movilizando la conducta.
Consideremos un fenómeno conocido como racionalización post-hipnótica. La racionalización se define como un mecanismo de defensa, donde se ofrecen razones convincentes pero falsas sobre una acción realizada.
La racionalización post-hipnótica se refiere a cuando un sujeto hipnotizado es sugestionado para que realice ciertos actos una vez fuera del trance hipnótico, actos que justificará con explicaciones racionales falsas, pero consecuentes con la nueva situación.
Al utilizar scanners cerebrales, Benjamin Libet, de la UCSF, y su equipo, notaron que el impulso para llevar a cabo una acción surge, como una carga eléctrica en el cerebro unos 300 milisegundos antes de que ocurra un registro consciente de la decisión. En otras palabras, las decisiones que reconocemos a nivel consciente derivan de procesos cerebrales ya elaborados anteriormente, y no viceversa. ¿Será que luego, como hace el sujeto del experimento post-hipnótico, solo inventamos excusas?
Lo interesante no es si tenemos o no voluntad consciente —las pruebas indican que no—, sino preguntarse ¿por qué tenemos la ilusión de ello? Es decir, ¿para qué sirve esta ilusión? ¿Sería insoportable la vida de otro modo? ¿Ayuda a nuestros procesos de aprendizaje? Poco importa que sea o no una ilusión, de todos modos es parte de nuestra vivencia; si viviésemos en un videojuego, no es tan importante si es o no un videojuego, sino de qué trata y cuáles las reglas del juego.
De cualquier forma estamos dentro del juego y no fuera de él: qué más da si es una simulación. Aunque nuestra voluntad consciente sea una ilusión, no por ello dejamos, o dejaremos, de evaluar nuestras (supuestas) opciones en pos de mejores decisiones: aquellas con consecuencias medibles más favorables, sean ilusorias o no.
Fausto Alzati Fernández / Ataraxia Múltiple
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