viernes, 16 de noviembre de 2012

GANADERÍA.

Podría pensarse que la esclavitud es una práctica superada y abolida en este punto de la historia. Los esclavos, podríamos pensar, son personas que solo en el pasado fueron forzadas a trabajar sin un salario digno a cambio, en condiciones indignas y aun en contra de su propia integridad, tratados como una subespecie e incluso como si pertenecieran a un estrato inferior que no mereciera mayores consideraciones.

Esto, sin embargo, no es cosa del pasado. Por el sistema económico en el que vivimos —y para cual, según el mismo sistema nos hace creer, no hay alternativas— la esclavitud es una realidad “laboral” persistente, sobre todo en lugares donde el imperio del capital se sobrepone al de la ley, donde la vida humana —su cuerpo, su energía— se incorpora a una cadena de producción de la que es otro elemento más, tan importante o tan trivial como el objeto manufacturado o la materia prima empleada.

De acuerdo con datos que ofrece Cameron Conaway en el sitio Alternet, actualmente hay más esclavos que en ninguna otra época de la historia: alrededor de 27 millones en todo el mundo. Una realidad lamentable pero, podría pensarse en un inicio, contradictoria. 

En efecto: la apabullante cifra tiene que ver, en buena medida, con la cantidad de población que hay en el planeta. Pero esta es una falacia si pensamos que la esclavitud debería ser una realidad inadmisible en este punto de la historia, una de las prácticas que en el proyecto de la modernidad, que al menos en la letra decía privilegiar el progreso y la consecución de un estado de bienestar colectivo e igualitario, desaparecería por sí solo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario