Muy
pocas personas -incluso en los sectores más críticos y lúcidos de la
sociedad- cuestionan la existencia e imposición socioeconómica y
política del trabajo asalariado, asumiéndolo con naturalidad como parte inherente de
nuestra civilización, sin ser conscientes de que esta dinámica -en
verdad degradante, deshumanizadora y profundamente esclavizadora- constituye uno de los principales mecanismos de dominación, explotación y chantaje encubierto hacia la sociedad por parte de la poderosa minoría oligárquica que dirige los estados, sus instituciones y sus marionetas políticas.
Así, se protesta y se hace denuncia de muchas otras cuestiones que, si bien es justo y legítimo denunciarlas,
en realidad se sitúan en la parte alta -las ramas- del árbol del
Sistema, mientras que hechos más graves, básicos y
decisivos respecto a la esclavitud de los seres humanos
-como el trabajo asalariado- se hallan entre las mismas raíces y
fundamentos de tal sistema con su despiadada e inhumana lógica de “si
no tienes sueldo, no tienes dinero, y si no tienes dinero, no tienes
acceso a alimentación, vestido, vivienda, atención médica, etc”.
Freeman.
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