No dirijas la respiración, déjala fluir con naturalidad por la nariz, con la boca cerrada.
Observa como se produce este proceso sin intervenir en absoluto.
Observa cuando te llenas y cuando te vacías, cuando entra el aire rozando las aletas de la nariz y cuando sale algo más caliente.
Nota si tu respiración es larga o corta, agitada o relajada, profunda o superficial.
Intenta percibir ese instante de quietud en el que la inhalación llega a su fin y a la quietud antes de convertirse en exhalación.
En ese punto de equilibrio cuando la inhalación concluye para convertirse en exhalación o cuando ésta termina para convertirse en inhalación, es cuando todo se serena y encuentras la vivencia de tu ser.
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