ANÉCDOTA.
Érase una vez un enano que comía mierda y cagaba oro. Príncipes y arzobispos se venían a él como moscas atraídos por el maravilloso metabolismo del enano. Rameras y damas de alta córnea le cortejaban día y noche,las unas para salir de su trabajosa condición y las otras para hacerle objeto de saqueo,según su costumbre.
Pero el enano,avispado como era,y consciente del valor de sus excrementos,no hacía caso a unas ni a otros,sino a los basureros y letrinas en los que celebraba sus festines acompañado de canes,moscas,gusanos y podredumbre.
Un día,mientras mierdeaba entre los escombros de un reciente bombardeo,recibió la visita (inesperada) de un notario y una pareja de la guardia civil. Tras los saludos pertinentes,le comunicaron que según un decreto intercontinental,o interplanetario,se prohibía cagar oro fuera de horas. El enano no tuvo más remedio que aguantarse las ganas y esperar la llegada de una unidad móvil del banco mundial para defecar allí,cosa que le produjo un gran alivio.
Desde entonces,y a horas precisas,su cita con los banqueros marcó su vida entera,su horario de comidas,e incluso sus ritmos circadianos. A cambio,las autoridades civiles y eclesiásticas le dieron vía libre para merodear por todos los estercoleros oficiales del sistema solar y también por los de la vía láctea,si los hubiere.
Así vivía el enano,entregado a su actividad favorita,cuando un buen día,a las cinco,le llegó el estreñimiento. Magos y augures habían previsto ya este cruel evento,pero los dirigentes, cegatos por su avidez innata,había desatendido los avisos.Cogieron entre todos al enano,le zarandearon energéticamente por arriba y por abajo,pero ná.
Era el suyo un estreñimiento crónico y definitivo. Su piel adquirió un tono amarillento,comenzó a sufrir dolores de calabeza y perdió el apetito casi por completo. Comía solamente dos o tres cagalutas de cabra al día y a veces ni siquiera se las tragaba,sino que las saboreaba largamente y haciendo saliva se pasaba las horas muertas.
A pesar de esto,el enano engordaba y engordaba y engordaba a ojos vista a causa de los gases y la fermentación. Los príncipes y los mendigos,las rameras y las señoritas,el clero y el pueblo,los obreros y los pensionistas,los periodistas y los políticos,se preocupaban más y más cada día, impacientes por ver en qué pararía todo aquello. También los lectores sentían curiosidad, pendientes ya de la trama e ignorantes de su desenlace.
Y ocurrió lo siguiente:
Que el enano,atiborrado de oro y mierda en toda su anatomía,llegó a un estado en el que no soportó ya más presión y terminó por explotar estrepitosamente por todas partes.
Diminutas,micrométricas partículas auríferas fueron arrastradas hasta la estratosfera, donde se mantuvieron varios días según el capricho de las alturas. Poco a poco,un finísimo polvo de oro fué cubriendo la faz de la tierra depositándose por todas partes: bosques,ciudades,comarcas, personas,animales, puentes,desiertos,mares,montañas,valles,calles, carreteras,coches, praderas, fábricas,cultivos,bancos,Bancos...
El índice de reflexión (albedo) del planeta aumentó trescientas mil veces por segundo y el nuevo espectáculo que podían contemplar los viajeros del espacio era admirable: una luminaria nueva y amarilla que,desde entonces,sirve como faro y foco de atención a todos los maleantes de la galaxia.
Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que habían dicho los profetas:
"de seguir así,esto estallará de un momento a otro".
Así fué,en efecto,aunque es posible que ellos no tengan la culpa.
-Finis Terrae-
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