jueves, 1 de diciembre de 2011

EVOLUCIÓN.


Estudiando a chimpancés que arrojan objetos (especialmente sus heces) un grupo de científicos sugiere que este gesto tan aparentemente sencillo fue importantísimo para desarrollar habilidades cognitivas más complejas.

Aunque suene un poco extraño, el hecho de tomar un objeto y arrojarlo voluntariamente y con un fin específico pudo ser uno de los gestos decisivos para que nuestros antepasados desarrollaran un cerebro distinto al de otros primates inferiores.

Al menos esta es la hipótesis que maneja el psicólogo Bill Hopkins y otros de sus colegas de la Emory University. Según ellos, hay varios procesos cerebrales implicados en ese aparentemente simple hecho de arrojar objetos, en particular habilidades cognitivas y de lateralización que se dan en el hemisferio izquierdo del cerebro. Además, teniendo en cuenta que el desarrollo del lenguaje también pertenece a este hemisferio, tiene sentido pensar que arrojar objetos haya sido uno de los primeros intentos por comunicarse y formar una lengua, acaso uno de los primeros antecedentes del complejo sistema que nuestra especie fue capaz de crear.

Apoyando su hipótesis en el estudio de chimpancés —los parientes evolutivos vivos más cercanos al ser humano y también una de las pocas especies de primates en las que se observa este comportamiento, en especial con sus heces— el grupo que dirige Hopkins examina las dificultades cerebrales que representa arrojar un objeto, los nada sencillos cálculos que son necesarios para realizar esta acción que, mirada con detenimiento, no parece tan trivial como al principio. El peso del objeto a lanzarse, la fuerza del lanzador, la distancia del objetivo son solo tres variables necesarias en la ecuación que determina el éxito o el fracaso del gesto, y aun cada una de estas supone un conocimiento detallado de cada una. De ahí que otros psicólogos y antropólogos consideren que lanzar objetos detona una cascada cognitiva que deriva en una forma superior de pensar.


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