El conflicto, lejos de entenderse como algo natural, favorecedor del crecimiento y oportunidad de que las personas se encuentren y maduren dirimiendo y resolviendo sus diferencias, está siendo aprovechado por el sistema para penetrar a fondo en la más recóndita intimidad de nuestras vidas y expropiarnos la capacidad de gestionarlas de forma independiente.
El resultado final del disparate supone un enorme e indeseable aumento del control social del sistema sobre nuestras personas. Lo triste es que casi nadie se aperciba, ni siquiera la gente que cree ser “de izquierda”, la cual suele ser la más ferviente defensora de la maquinaria estatal a la cual denomina eufemísticamente "lo público".
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