miércoles, 4 de diciembre de 2019

GANADERÍAS.


Para entender una de las grandes claves del control social de todas las épocas, debes entender que conceptos arquetípicos del bien como la igualdad, la libertad, la democracia o el progreso han sido generados, alentados y manipulados con un fin muy diferente al que puede verse a simple vista.

Francisco Callejas.





La política no es el arte de hacer el bien a los ciudadanos, de enmendar sus males, sino un juego en el que una parte de la sociedad utiliza el poder para transferir a su favor renta y riqueza de otra parte de la sociedad. La política es el saqueo, y el uso de la fuerza al servicio del mismo. 
Como la naturaleza del poder, y de la política, es brutal, ésta se ve necesitada de revestirse de ideologías para ocultar lo que es y lo que hace.

Jose Carlos Rodriguez.




En cada jornada electoral hay un solo seguro perdedor y no es la facción que la ha perdido, sino precisamente ese pueblo que la festeja, y también el otro que se ha quedado en casa a masticar la amargura por las mismas irracionales razones por las cuales los primeros han salido a la calle.
Gane el Milan o el Inter es siempre el espectador quien paga la entrada. En cuanto a los jugadores, al ganador irá ciertamente la parte más consistente del botín, pero para el perdedor no faltarán premios de consolación.

Entre las oligarquías políticas existe, por mucho que digan lo contrario, un pacto tácito para no llevar el juego a sus extremas consecuencias. No le conviene a nadie. Existe toda la vasta área del sub-gobierno y del para-estado de donde se pueden sacar las adecuadas gratificaciones para los perdedores, asegurándose de esta manera que en la sucesiva pasada, con los papeles invertidos, el favor sea devuelto. Por mucho que estén en competición por el poder, las oligarquías políticas están unidas por un interés común que prevalece sobre todos los demás: el interés de clase.
La política, con sus ramificaciones, es en la práctica la única clase que ha quedado en circulación. Es en conjunto una nomenklatura, no muy distinta de la soviética, cuyo objetivo primario es la autoconservación, el mantenimiento del poder y de las ventajas asociadas.

El enemigo mortal de un oligarca no es tanto otro oligarca, con el cual se puede siempre llegar a un acuerdo porque forma parte de la misma clase, sino el pueblo al cual hay que vampirizar y quizás, una vez cada cierto tiempo, suplicar el consenso, pero que hay que tener a la debida distancia de los arcanos del poder democrático y que crea, o finja creer, en el juego.

Un oligarca político no pierde nunca su estatus. Como en el Ancien Régime un noble podía ser pobre como una rata pero no perdía sus privilegios de casta, en la democracia los que pertenecen a las oligarquías políticas pueden ser derrotados y abandonar la escena sin perder sus privilegios, que no son como en el mundo feudal los de las sangre sino los del dinero. Se han visto futbolistas y cantantes celebérrimos, actores de fama internacional, artistas y literatos beneméritos de la Patria terminar en la miseria y la desesperación, nunca un político. Si no bastan las “pensiones de oro” se les encuentra siempre un rinconcito confortable y bien remunerado.

Nada nuevo bajo el sol. La democracia no es un régimen distinto de otros. Es sólo una de las muchas formas, quizás la más astuta, que en la Historia ha asumido el poder oligárquico.
Los de antes se inventaron los derechos de la sangre, éstos el consenso democrático.

Massimo Fini. Súbditos. Manifiesto contra la democracia.




Esta civilización necesita la mentira porque el electorado desea ser engañado y no solamente no reconoce las mentiras oficiales, sino que las pide a gritos.

Maurizio Blondet. La civilización-fraude.


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